Temístocles Montás, Temo, fue el más ardoroso y sistemático  defensor de las políticas de los gobiernos de Leonel Fernández y del PLD, a pesar de que en privado expresaba sus diferencias con este en cuestiones relativas a las prioridades de la inversión pública. Actualmente le ha declarado una guerrita a Fernández de la que no será el único muerto por las formas en que ese partido se zanjan las diferencias.

Temo ha dicho y escrito, reiteradamente, que las pretensiones su ex jefe de ser nuevamente candidato presidencial constituiría un retroceso para el país, además de un fuerte daño al PLD, porque evidenciaría que en esa colectividad es imposible la alternancia de liderazgo, que es la base de la democracia. Pero su discurso lo mantiene en los marcos de la puja electoral, sin ir al fondo de la crítica las grandes opciones políticas de los gobiernos de su adversario, ni a la corrupción que en estos se aposentó y de los cuales fue el principal defensor.

Esa circunstancia le resta fuerza y legitimidad en su guerrita contra su ex jefe. Sin embargo, sus argumentaciones son compartidas por dirigentes y aspirantes presidenciales de su partido, además de otros sectores sociales y políticos, algo que podría aprovechar para salir fortalecido y potenciado como dirigente si lograra llevar sus  argumentos al seno al interior de su partido y provocar una discusión alrededor de los mismos.

Pero, contrario a lo que dice Leonel, esa colectividad política/económica es la más retrógrada del país, por lo que en ella  una discusión con elementos esenciales, como lo insinúa Temo, difícilmente pueda realizarse. La alta dirección de ese partido se ufana de su unidad interna y de que no ha tenido crisis que  pongan en peligro esa unidad. Si eso ha sido posible hasta el momento, es porque evitan las discusiones sobre temas capitales, recurriendo siempre a las transacciones entre sus  jefes.

Gran parte de la alta dirección peledeista comparte el temor de Temo sobre una nueva candidatura de Leonel. Son conscientes de su vulnerabilidad, saben que los números que salen de los escenarios virtuales creados por algunas encuestas podrían ser totalmente diferentes, a peor, en un escenario real de un Leonel oficialmente candidato. Pero son incapaces de oponérsele de manera frontal, por temor a sus ingentes recursos materiales y políticos y porque en ese partido la pusilanimidad, más que una actitud constituye una cultura.

En ese sentido, en cualquier partido moderno las diferencias entre dos de los tres líderes más importantes durante sus últimas dos décadas hubiesen sido esenciales para discutir temas trascendentes y eventualmente hubiesen provocado definiciones de fondo sobre el futuro de ese partido, pero en uno como el PLD, estas diferencias discurren como guerritas sin mayor problema. La que libran Temo y Leonel servirá básicamente para que los opositores a la candidatura de este hagan más sistemática su filtración de informaciones sobre los escandalosos actos de corrupción cometidos durante su mandato, de los cuales todos son corresponsables, para obligarlo a desistir de sus aspiraciones.

Esa forma de dirimir las discusiones constituye solo uno de los tantos ejemplos que se pueden dar para demostrar el canibalismo político en que discurre la vida de una colectividad calificada por Leonel como ejemplo de partido moderno y civilizado, frente al PRD (de entonces) que significa el desorden, el caos. Una barrabasada asumida como dogma por la generalidad del peledeismo y desafortunadamente por  otros sectores de la comunidad política dominicana de los más variados signos ideológicos.

Por eso, la guerrita entre Temo y Leonel no zanjará nada trascendente entre ambos, en esencia sólo expresa una de las tantas inocuas e inicuas formas de lucha política de un partido atrasado y hasta reaccionario y lo que es más penoso, otra manifestación de que la fortaleza de esa organización no descansa en una sólida racionalidad, sino, esencialmente, en la inexistencia de otra que realmente le sea opositora.