Cuando Dios terminó su obra (en verdad no ha terminado, pues no ha podido corregir muchas cosas que le salieron deformadas), quiso relajarse un poco (tampoco ha podido descansar, pues se ha visto obligado a ser omnipresente), y de ahí que se dedicara a oír un poco de música (dicen que boleros de Agustín Lara), y observar a los tontos de Adán y Eva, su creación más impredecible, que, promiscuos al fin, se negaron a cubrir sus cuerpos, atender su salud y consumir cítricos, en lugar de jartarse de manzanas. De ahí que, para fastidiarlos un poco, Dios inventara el virus de la gripe, que no mata, ¡pero cómo jode!