Hemos conocido que todo lo que se vive en la exterioridad, antes fue vivido en la interioridad, de ahí que, todas las cosas se viven primero en el interior, lo que nos da a comprender que, el mundo o lo que vemos de él, es una suma de todas las interioridades existentes.
En este sentido, es el dilema de que los heridos hieren y los amados tienen mejor posibilidad de amar, pues, también lo que vemos en la exterioridad es la suma de toda la gente amada y toda la gente herida.
Dónde surge el amor y dónde el dolor
Aquí nos referimos al momento en que se adentran en nosotros estas realidades, y precisamente, desde la gestación se pueden quedar impregnados en nosotros amor y dolor. Si todo lo que la madre en estado de gestación vive, se lo pasa al hijo o hija, entonces, hay muchas cosas que surgen desde allí.
Erik Erikson, habla de las etapas del desarrollo y sostiene que, en la formación de cada etapa, el niño va teniendo momentos críticos y conflictivos, y es en esas primeras fases de la vida donde se van generando esas grandes heridas. Dice Erikson, que el ciclo vital es un ciclo de confrontación continua, desde el nacimiento a la senectud, que atraviesa por varias etapas; en cada etapa el ser humano se enfrenta a estas realidades ya mencionadas, las cuales pondrán a prueba su grado de madurez para enfrentar y superar los problemas propios de cada una de las etapas de su vida.
Sin embargo, en las etapas tempranas de la vida es cuando se generan esas heridas que luego brotarán durante las demás etapas. Y si la persona no ha podido mirar la herida, conocerla, trabajarla y transformarla, entonces se convertirán estas, en el arma con que la persona seguirá hiriendo a otras personas, al medio ambiente en general.
Cuáles son las heridas de la infancia
Las heridas emocionales son una especie de lesión afectiva que en general impiden vivir con alegría y plenitud la vida, y que al mismo tiempo alteran la convivencia humana, provocando en quien la vive el hábito de seguir hiriendo de la misma forma.
Las heridas de la infancia son realidades que todas las personas tenemos, unos más, otros menos, pero todos tenemos heridas, ya sea por carencia o por demasiado, pues resulta ser que lo que no hiere es el equilibrio, y es una de las cosas más difíciles para el ser humano.
Las heridas de abandono, de injusticia, de rechazo, de humillación y de traición, y sucede que, si la persona no reconoce esa herida y no hace nada para ir sanando en el presente, termina hiriendo a otros con la misma herida que tiene. Por tanto, si ha sido lastimada con la herida de la traición, eso será lo que hace, a la vez, que se convierte en una persona desconfiada, pues cree que todos le van a traicionar.
Los signos de estas heridas son muchos, algunos se manifiestan con mayor frecuencia tales como: la ansiedad, la depresión, el fracaso en las relaciones afectivas, pensamientos obsesivos, mayor vulnerabilidad, problemas del sueño, actitud defensiva y/o agresiva, inseguridad, miedo, desconfianza, ego desmedido, etc.
La gente amada, ama
Si todas las personas, en sentido general, tenemos una o más herida, entonces cómo es que los amados aman y los heridos hieren. Si, esto porque, aunque las personas tengan las heridas, si buscan sanarlas y trabajan sobre ello, pueden conectar con algo de amor que hayan recibido en la vida y eso lo duplican y pueden avanzar en esa dinámica.
Eso de que los amados aman, no significa ausencia de heridas o exoneración de heridas, tiene que ver con la forma en como las personas deciden gestionar su mundo emocional, como deciden sanar y como deciden vivir y convivir en esta experiencia que es la vida.
Amar es una decisión consciente y tiene su poder y sus efectos, herir es una situación a veces, consciente y otras inconsciente, y tiene sus grandes efectos, donde todos pierden. Por lo que, es una toma de conciencia y una toma de decisión de como quiero ir por la vida.