Desde el Plan Decenal de Educación 1992-2002, la inversión en dólares en formación docente ha sido millonaria, sin embargo, los resultados tanto del desempeño de los docentes, como los de los logros de aprendizajes de nuestros estudiantes, aún no llegan a alcanzar las expectativas que desde ese Plan nos formulamos como país.
He venido siguiendo con cierta preocupación la noticia de que determinados grupos e instituciones pretenden “bajar el estándar consensuado para contar con profesores de calidad”. En el editorial de Acento del 8 de abril de este mismo año titulado La codicia en educación, mala consejera, se señala que: “En declaraciones recientes aparecidas en la prensa, el presidente de la Asociación Dominicana de Universidades (ADOU) informaba que 32 universidades dominicanas apoyaban la medida del MESCYT de no matricular más estudiantes dentro del plan denominado “Meta Presidencial sobre Formación Docente para la Excelencia”. “La misma nota periodística informaba que al posicionamiento de la ADOU se ha unido la otra asociación de actores claves de la educación superior dominicana, la Asociación Dominicana de Rectores de Universidad (ADRU)”.
Para el editorialista de Acento se ha perdido el foco de la cuestión, planteando muy claramente la pregunta que debe guiar las decisiones: ¿cómo garantizar una educación de calidad para todos en República Dominicana, contando con el 4% del presupuesto nacional?, y no llevarlo al terreno de la permanencia o no del programa “Meta presidencial sobre Formación Docente para la Excelencia”, y sobre todo lo relativo a lo establecido por “la Normativa 09-15 que establece con carácter obligatorio la aplicación de pruebas de admisión para ingresar a la carrera docente.”
Un último aspecto que tomo del referido editorial es el siguiente: “Lo que tamiza en estos momentos el proceso evaluativo son las quejas de las universidades dominicanas por la baja cantidad de estudiantes que la regulación les permite admitir. Sencillamente, se está sacrificando la apuesta por la calidad de toda la educación dominicana por una visión cortoplacista de equilibrios financieros”.
En un artículo publicado ese mismo día en el periódico Hoy se destaca que la calidad de la educación ha sido un aspecto distintivo del discurso del actual presidente de la República Dominicana, el señor Luis Abinader, particularmente en los momentos de la campaña electoral cuando se enarbolaba la consigna de que “para el PRM la educación de calidad es una prioridad y el pueblo dominicano la convirtió en un estandarte de lucha con su legítima demanda del 4% del PIB para la educación, al doblegar la voluntad del oficialismo”. Al final del artículo se señala con cierto encono: “Daría vergüenza que el ministro Franklin García Fermín, exrector de la universidad más antigua del Nuevo Mundo, caiga en ese juego para complacer las apetencias del negocio de la educación. ¿Ése es el cambio que nos van a dar?”. Sin bajar la guardia, hemos leído la información de prensa que ofrece el propio Ministro de Educación Superior, esperamos que esa actitud sea la que prevalezca en los funcionarios del sector.
Varios estudios internacionales han puesto de relieve que la calidad de la educación se corresponde directamente con la calidad de sus docentes, de sus maestros. Este es un eslogan asumido en muchos escenarios nacionales e internacionales; y no deja de tener cierta razón. Podemos tener el mejor de los currículos, pero si al final de cuentas, el currículo que prevalece en las aulas no necesariamente es el propuesto, sino más bien el currículo actuado.
En el pasado 2017 y 2018, el Ministerio de Educación llevó a cabo un proceso evaluativo del desempeño de todo el personal docente con derechos adquiridos para el mismo. Maestros, directores de centros, psicólogos y orientadores, secretarios docentes, coordinadores pedagógicos, etc., fueron evaluados. De toda la información acumulada y que reposan en el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa-IDEICE, así como en la Organización de Estados Iberoamericanos para la ciencia y la cultura-OEI, solo tomaré algunas a manera de ejemplos y que muestran el estado, en ese momento, de la calidad del docente dominicano. Este proceso estuvo acompañado directamente por representantes de la Asociación Dominicana de Profesores-ADP, quienes eran parte de la Comisión Nacional de Evaluación del Desempeño Docente.
En sentido general, se establecieron cuatro categorías para clasificar a los docentes según las calificaciones promedios obtenidas en dicha evaluación y que fueron: destacado, competente, básico e insuficiente. En el informe que recoge los resultados de la evaluación del desempeño de más de 60 mil maestros en todos los niveles y grados, los resultados en términos porcentuales por cada categoría fueron los siguientes:
Si se suman las dos primeras categorías y las dos últimas, los resultados nacionales de desempeño de los maestros dominicanos serían: 26.80% de maestros destacados y competentes, y 73.20% de maestros básicos e insuficientes. Viendo estos resultados quizás deberíamos preguntarnos ¿qué posibilidad tienen nuestros estudiantes de alcanzar altos logros de aprendizajes si la gran mayoría de sus maestros apenas muestran el dominio profesional de las herramientas para la enseñanza?
Para hacernos una idea más clara de lo que estamos planteando, si se considerarán tres cuestiones fundamentales del quehacer diario de un docente en aula, como son: el conocimiento, el potencial de lo que puede hacer y el desempeño real, respecto a la didáctica general, los porcentajes de respuestas correctas en estos tres aspectos fueron 52.7%, 44.0% y 40%, respectivamente.
Es bueno señalar que los criterios e indicadores que se tomaron en consideración para dicha evaluación del desempeño fueron de conformidad con los Estándares de Desempeño Profesional del propio Ministerio de Educación, aprobados por el Consejo Nacional de Educación en el año 2015. Según muestras los resultados de dicho proceso evaluativo, los indicadores donde aparecen las mayores falencias o debilidades en los maestros dominicanos son los siguientes: Activar en sus alumnos los conocimientos previos que son necesarios para que comprendan los contenidos que se tratarán en esta clase; se evidencian que existen normas claras de convivencia en el grupo de alumnos y que estos se respetan; se hace un uso óptimo del tiempo destinado a la clase; los recursos didácticos que utiliza son óptimos de acuerdo con los requerimientos metodológicos de la asignatura y del tema de la clase; se relacionan los contenidos tratados con los de otras asignaturas, presentando situaciones que evidencian dicho vínculo; cuando un alumno no responde correctamente una pregunta, ejercicio o actividad orientada por el docente, le brinda suficientes niveles de ayuda para que reflexione y corrija su error; utilizar los errores cometidos por los alumnos como ocasiones propicias para profundizar en el aprendizaje; se realiza un adecuado cierre de la clase.
Estos diferentes indicadores son cuestiones básicas de la programación que el maestro debe realizar en el aula. Son elementos básicos de la didáctica general.
Por otra parte, si se tomaran en consideración los logros de aprendizaje de los estudiantes de 3º y 6º de primaria, de las evaluaciones diagnósticas realizadas en 2017 y 2018 respectivamente, los datos antes descritos del desempeño docente cobran mayor importancia.
El nivel satisfactorio, en el caso de los estudiantes del 3º de secundaria en Lengua Española y Matemática fue de 20.09% y 7.42%, respectivamente.
Como se puede observar, los porcentajes de estudiantes que alcanzan el nivel satisfactorio, que es el esperado por el currículo dominicano al final de cada año escolar, son bajos y muy bajos. Estos resultados son una muestra muy clara del estado de situación de la calidad educativa en nuestro país y ponen de manifiesto la gran deuda que aún tenemos para alcanzar una educación de calidad.
Desde el Plan Decenal de Educación 1992-2002, la inversión en dólares en formación docente ha sido millonaria, sin embargo, los resultados tanto del desempeño de los docentes, como los de los logros de aprendizajes de nuestros estudiantes, aún no llegan a alcanzar las expectativas que desde ese Plan nos formulamos como país.
Creo que es hora de hacer un acto de contrición y reconocimiento de lo que hemos hecho con los recursos invertidos del presupuesto nacional. El Ministerio de Educación y sus grandes necesidades debe de dejar de ser “el gran negocio”.
Por supuesto que estoy de acuerdo con la evaluación de la normativa en cuestión, pero con el ánimo de hacer aún mucho mejor lo que se viene haciendo en aras de una educación de calidad, vale decir, una educación en cada niño, niña, jóvenes adolescentes y personas adultas, aprendan y se desarrollen plenamente.