Muchos podrían considerar como improcedente el hablar de felicidad mientras afrontamos una pandemia que pudiera resultar de las peores calamidades mundiales que también trastoca la salud y la economía del país.

Sin embargo, no es así. Buscar la felicidad y, más que eso, poder encontrarla en estos momentos en que la pandemia del COVID-19 se recrudece, hay que asumirlo  con responsabilidad individual y colectiva, considerándolo como  un derecho que vigoriza la democracia resiliente. En este momento de crisis, ser felices debería preocuparnos más, y no menos.

La felicidad es un derecho humano que no exigimos. Jefferson  en la  Declaración de Independencia de 1776 consagró la “búsqueda de la felicidad” como un derecho básico, destacando: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.”

Siglos después la Organización de las Naciones Unidas, ONU, en diferentes resoluciones, invita a tomar acciones para buscar la felicidad, reconociéndola como un derecho y decretando el 20 de marzo como Día Internacional de la Felicidad.

No sólo en tiempo por el COVID-19, debemos exigir el respeto al derecho a la felicidad. Vale enfatizar que: buscar la felicidad es un derecho humano que “carece de difusión”, por lo que se nos dificulta ejercerlo. Que una sociedad busque ser feliz no radica en que se sienta como tal, sino, más bien, en que llegue a tener las condiciones -objetivas- para realmente serlo.

Si queremos ponerle rostro humano a la felicidad tendremos que recurrir al concepto de Producto Interno Bruto, PIB, que se ha convertido desde su creación en el principal indicador del nivel de desarrollo y de bienestar material de un país.

Sin embargo, el PIB tiene sus limitaciones y carencias. Se hace  necesario, por tanto,  recurrir a  nuevos índices e indicadores complementarios del Producto Interno Bruto, dando lugar a   lo que denominaremos como “índices de felicidad” desde una perspectiva internacional, especialmente de las organizaciones internacionales más relevantes, con las cuales de alguna manera el país tiene relaciones vinculantes.

Sobre la necesidad de complementación de la noción del PIB, hacemos nuestra  una frase muy fuerte que poco tiempo antes de su muerte hiciera Robert Kennedy: “El PIB mide casi todo, salvo lo que hace que la vida sea digna de ser vivida”.

También  Joseph Stiglitz,  Premio Nobel de Economia 2001, refiriéndose al PIB en el marco de la globalización refiere: “Las estadísticas del PIB, si es que sirven para algo, son mejores,  pero la forma de vida y valores básicos están amenazados. En algunas partes del mundo son todavía más tenues y los costes más palpables. La mayor integración de la economía global ha traido mayor inestabilidad, inseguridad y más desigualdades. Y ha puesto en peligro los valores fundamentales”.

En términos políticos la felicidad es el objetivo último de todo Gobierno democrático. Los índices de felicidad deben  servir a los gobernantes de las naciones para orientar sus políticas públicas, si lo que pretenden es que sus ciudadanos sean lo más felices posibles.

Vinculando la felicidad con la democracia, consideramos que La democracia ha de ser el medio a través del cual se alcance la felicidad del pueblo. Si ello no ocurre, no hay democracia o existe una democracia de baja densidad. Lo decisivo es que en cualquier caso si no se impulsa el logro de la felicidad en la ciudadanía se devalúa la democracia existente.

Las limitaciones del PIB como índice de felicidad y bienestar han dado lugar al surgimiento del índice de Felicidad Nacional Bruta (FNB), que pretende medir la felicidad de una sociedad. La Felicidad bruta nacional (FBN) o Felicidad Bruta Interna (FIB es un indicador que mide la calidad de vida en términos más abarcadores y psicológicos que el producto bruto interno (PIB).

Sabiendo que se trata de una medida subjetiva de bienestar, debemos entender cómo se construye este índice. Sólo conociendo sus componentes podemos deducir sus características y su aseguramiento por parte de los gobiernos nacionales y locales con la participación amplia e inclusiva de la ciudadanía.

La Felicidad Nacional Bruta, FNB, está compuesta por varias dimensiones o elementos. A estas dimensiones se les conoce como dominios. Cada dominio se estudia según diversos indicadores. Los dominios de la felicidad nacional bruta: Bienestar psicológico; Salud; Uso de tiempo, Educación; Diversidad y resistencia cultural, Buen gobierno; Vitalidad de la comunidad; Diversidad y resistencia ecológica y Niveles de vida.

La FNB, vigoriza su necesidad y su impacto con el surgimiento del compromiso de todas las naciones con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS. Se aplican a todas las naciones para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible de cara al 2030. Implican simplemente la garantía de que “no se deje a nadie atrás”.

El que tengamos un “país feliz” constituye  un reto para la democracia dominicana, y por tanto, para el gobierno nacional, para los gobiernos locales y para la ciudadanía. Desafío que va más allá de la gobernanza de  emergencias.

Incluyamos la felicidad en la agenda económica y política del país. Tal como expresa la filósofa española Victoria Camps: “El fin de la política es garantizar que todos puedan buscar la felicidad. La búsqueda de La felicidad es un derecho que garantiza una sociedad libre e igualitaria”.