Algunos líderes en el hemisferio están instituyendo lo que se ha calificado como “una fachada de democracia”. Cristina Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua, y Nicolás Maduro en Venezuela, todos manipulan la democracia para llegar al poder y luego cambiar las reglas del juego.
El truco es que una vez llegan a la presidencia, socavan los derechos en democracia para garantizar así su continuismo en el poder. ¿Cómo lo hacen? El libreto es conocido. Estos líderes ejercen presión en el sistema judicial, colocan sus jueces afines en las supremas cortes, y ponen en vigor otras medidas para extender sus dominios, con el debido trasfondo populista.
Uno de sus métodos preferidos consiste en hostigar, intimidar o llevar a la bancarrota a los medios de prensa, de manera que no haya voces de la oposición que puedan ser escuchadas. Los mismos líderes manipulan la economía de forma tal que ellos se convierten en multimillonarios mientras arruinan al sector privado.
En el caso de Brasil, la presidenta Dilma Rousseff ha seguido políticas que son más moderadas de lo anticipado, pero ella de por si no puede desatar los poderes del libre mercado
Es por ello que se puede ver a países como Argentina, Venezuela y otros que son en extremo ricos y que deberían ser más prósperos, cayendo prácticamente en la bancarrota. En el caso de la primera, era una de las naciones con más recursos en el mundo antes de ser devorada por el egoísmo de su clase política y llevada a la calamidad por sus políticas económicas deficientes.
En el caso de Brasil, la presidenta Dilma Rousseff ha seguido políticas que son más moderadas de lo anticipado, pero ella de por si no puede desatar los poderes del libre mercado. Dicho país debía estar mejor posicionado en términos de sus recursos económicos para un éxito más significativo en la región.
Mucho de ello depende de las políticas de la mandataria brasileña, en particular si resulta reelecta como se espera. Lo que no está claro es si Rousseff continuará el rumbo de sus políticas moderadas o si ella en caso de ganar un segundo mandato modificará su estrategia para aplacar un poco el descontento social por la desigualdad económica.
En cuando a México, el presidente Enrique Peña Nieto ha puesto en vigencia reformas positivas, entre ellas quebrar algunos de los sindicatos más corruptos y poderosos de ese país. También ha logrado reducir la violencia del narcotráfico, pero no está del todo claro si esa mejora será sostenible en el futuro previsible.
Para nadie dentro y fuera de México resulta una sorpresa que Peña Nieto encuentre resistencia debido a que trabaja en contra de poderosos intereses atrincherados. Mientras logra algunos avances, es muy pronto para concluir si su estrategia dará resultado a largo plazo.