Domingo 15 de mayo de 2016, 7 P.M., se oficializa el cierre de los colegios electorales y de inmediato empieza a fluir la información que nos indica poco a poco cual ha sido la tendencia del voto en las elecciones presidenciales de la República Dominicana. Para los millares de espectadores y periodistas ansiosos de noticias esto es un avance sin precedentes y un caramelo demasiado dulce como para negarse a saborear. Después de todo vivimos en la época de la inmediatez, de los juicios televisivos, de los realitys. Está claro que a partir de ese momento ya no hay vuelta atrás, queremos vivir en el siglo XXI, incluso si para esto debemos aceptar la fábula que nos ha preparado Roberto Rosario.

La fantasía probablemente comienza con el rumor de que en la noche anterior se produjo de manera coordinada la renuncia de tres mil técnicos electorales, sin que al día de hoy sepamos todavía, ni las razones, ni los responsables, ni posibles sanciones. Claro que el hecho ayudaría a explicar el retraso de la instalación y funcionamiento de los equipos electrónicos responsables de verificar a cada uno de los votantes y posteriormente contabilizar y transmitir la información del voto a la JCE. También ayudaría a explicar porqué en la mayoría de las mesas se empezó tarde a realizar el proceso manual sin un protocolo claro y sin ninguna guía y porqué incluso con la llegada de técnicos, muchos scanners nunca funcionaron.

Las irregularidades las escuchamos hoy de parte de cientos de delegados que explican cómo se tenían que poner de acuerdo entre ellos para elaborar un protocolo que les permitiera trabajar, la falta de control que existió por parte de los miembros de la junta y como en demasiados sitios el conteo electrónico no existió nunca y el conteo manual terminó a altas horas de la madrugada o al día siguiente, y lo peor de todo las urnas y actas quedaban abandonadas para ser recogidas por miembros de las juntas regionales sin poder dar fe de que finalmente estos resultados fueran a llegar a su destino.

El PRM debe solucionar su caos y entender que no necesita de fuerzas viejas y corruptas para conformar una boleta electoral y si necesita caras nuevas con mucha vitalidad para que la gente se crea eso del cambio. Allí donde pusieron la decencia por delante del empuje ($$$) popular, ganaron

Probablemente el resultado de las elecciones presidenciales es legítimo. Pero no porque se hayan contado todos los votos, sino porque representa una muestra del padrón. Pero eso no es democracia, esas no son elecciones. Entre las acostumbradas violaciones de compra de cédulas y tiguerajes en las mesas, se unió en el 2016 el caos patrocinado por la JCE y su empeño en querer anotarse un tanto a costa de la ley. Lo que pasó el domingo es una muestra más de que cada día que pasa hay dos tipos de ciudadanos en RD, los que creen en que es posible una sociedad organizada y respetuosa de las leyes, y los que prefieren no hacer nada, vivir en el caos y seguir para adelante. Es en el caos donde los peores nadan como peces en el agua y es el mar en el que si no sabemos organizarnos acabaremos todos ahogados.

El PRM debe solucionar su caos y entender que no necesita de fuerzas viejas y corruptas para conformar una boleta electoral y si necesita caras nuevas con mucha vitalidad para que la gente se crea eso del cambio. Allí donde pusieron la decencia por delante del empuje ($$$) popular, ganaron.

Partidos como Alianza País y APD deben reflexionar sobre sus diferencias y enfocarse en sus similitudes, empezar a pensar estratégicamente y usar sus liderazgos para darle voz a los cientos de jóvenes preparados que conforman sus filas, su objetivo en el 2020 no debe ser alcanzar el poder, sino consolidar su fuerza, conseguir diputaciones y regidurías, empezar a desmontar el caos social en el que vivimos, con principios, con valores.

El PLD debe entender que si siguen por el camino de la impunidad no pasará mucho antes de que las mafias se terminen de comer sus ideales y las luchas internas los reduzcan a lo que hoy son el PRD y el PRSC, partidos venidos a menos por culpa de su ambición desmedida, por culpa del caos.

Y a la JCE hay que frenarla antes de que terminen de destruir la confianza que se ha construido en la era post Balaguer. Hay que investigar los contratos fallidos que han provocado este caos, el de las nuevas cédulas y hay que determinar si de estos contratos se devengan más beneficios personales que colectivos.

A los ciudadanos nos toca presionar en torno a los movimientos sociales para que se apruebe una ley de partidos y una ley electoral que transparente el proceso electoral y se pueda ir a unas elecciones en igualdad de condiciones, de eso depende la democracia y de eso depende el futuro de nuestro país.