Al Secretario General de la OEA Luis Almagro le han entrado “como la conga” –esto es, muchos en fila le han golpeado mucho-, por tres razones: (1) sus declaraciones semanas atrás de intromisión en decisiones de soberanía dominicana en asuntos migratorios, (2) su al parecer insinuación de que en la isla sólo debería de haber un Estado y (3) su pedido de perdón porque el organismo que hoy dirige tuvo un papel de primer orden en la violación de la soberanía dominicana por tropas de los Estados Unidos y luego de otros países enmarcados en la Fuerza Interamericana de Paz (FIP), castrando la voluntad cívico militar de retornar al poder a las autoridades electas democráticamente el 20 de diciembre de 1962 y juramentadas el 27 de febrero de 1963, para que completaran su período de gobierno el 27 de febrero de 1967.

A las pelelenguas que le dieron por atrevido respecto a los puntos 1 y 2 no les voy a agregar otra, sino que voy a focalizar su pedido de perdón, que recibo con beneplácito, a riesgo de que más adelante sus hechos desmientan la sinceridad de su inusual declaración.

Ciertamente tiene valor y trascendencia política dominicana e interamericana su admisión de culpa y le tomo la palabra para exhortarlo a designar una comisión de la OEA y añosos juristas dominicanos que cincuenta años atrás vivieron aquel proceso quejumbroso.

¿Sabía usted que al suscitarse un empate en las votaciones de los cancilleres americanos legítimamente representativos, fue el voto inexistente del canciller inexistente de un gobierno inexistente “reconocido” por la OEA el que lo desempató e hizo posible crear “legítimamente” la FIP, a solicitud de Estados Unidos?

El papel de la OEA, del 24 de abril al 19 de diciembre de 1965, se pasó de intervencionista, antidemocrático, anti constitucional, vergonzoso, criminal, inmoral, antijurídico, bestial, burlesco, insincero, canallesco, fraudulento, chantajista, entreguista… ¡y me quedo corto!

La cronología de la conducta “institucional” de la OEA, al servicio del accionar cívico, político y militar de aquellos Estados Unidos, es de fácil reconstrucción: en los diarios de la época, en los archivos de la OEA y en los libros publicados sobre el conflicto aparece límpida -¿límpida?- la suma de sus acciones.

Una simple declaración de perdón es insuficiente ante las magnitudes de las absurdidades. ¿Sabía usted que la Décima Reunión de Consulta de Cancilleres Americanos, entre finales de abril y principios de mayo, reconoció al “canciller” José Bonilla Atiles, “representante” del ya desaparecido gobierno de Donald Reid Cabral, y, por lo tanto, según la OEA, “legítimo representante” de la República Dominicana? Esto es, el inexistente “canciller” de un gobierno inexistente representaba al existente pueblo que lo derrocó.

¿Sabía usted que al suscitarse un empate en las votaciones de los cancilleres americanos legítimamente representativos, fue el voto inexistente del canciller inexistente de un gobierno inexistente “reconocido” por la OEA el que lo desempató e hizo posible crear “legítimamente” la FIP, a solicitud de Estados Unidos?

Todavía más: ¿Sabía usted que la Comisión de Credenciales de la OEA, integrada por gente con vergüenza, anuló la credencial de ese “canciller” inexistente, y que aún así lo mantuvieron en el puesto, concurría a las sesiones y su voto era “válido”.

Y eso que no he dicho del credo ni la mitad.