En una sociedad democrática todas las organizaciones e instituciones  deben asumir la “responsabilidad visible” de los compromisos sociales que les corresponden en tanto comunidades morales que establecen relaciones individuales y colectivas vinculadas a satisfacción de las necesidades y a la calidad de vida de los ciudadanos.  Reflexionar sobre esta responsabilidad es apelar a la conciencia moral de dichas organizaciones.

Los estudiosos de la ética de los negocios y las organizaciones dan tres buenas razones para justificar la urgencia de colocar  el tema de la ética  en la agenda de las empresas del siglo XXI.

Sostienen que la actividad empresarial no puede estar  más allá del bien y del mal, como no lo está ninguna otra actividad; no se puede hacer empresa maximizando los beneficios “caiga quien caiga”;  y finalmente, una empresa que dispone de una cultura empresarial basada en valores éticos se legitima a través de la confianza que crea en el público mediante un “capital-simpatía” que genera un beneficio reputacional hacia adentro y hacia afuera.

La ética empresarial consiste, por tanto, “en el descubrimiento y aplicación de los valores y normas compartidos por una sociedad pluralista –valores que componen una ética cívica-  al ámbito particular de una empresa”.  Esta ética se expresa en la conducta de los miembros de la empresa pero también en declaraciones éticas corporativas y en los códigos de las empresas, de sectores económicos o de grupos empresariales.

La ética empresarial viene a enfatizar que las empresas, además de generar ganancias, tienen también obligaciones y responsabilidades  con la sociedad, con el medio ambiente y con nuestro futuro colectivo. Al tiempo que considera como tareas esenciales de la empresa “servir con honestidad a los consumidores, a los trabajadores, al capital y a la sociedad”.

La ética empresarial no se limita a la sola “Responsabilidad Social Empresarial, asumida como un lente efectivo por medio del cual se pueden examinar las acciones que las empresas pueden tomar con el fin de garantizar un bienestar social y sostenibilidad a largo plazo, sino que supone además otros vínculos con la sociedad.

Entre estos éstos merece especial atención la gobernanza corporativa, “que se refiere a la manera en que una empresa se administra: de acuerdo con las leyes nacionales e internacionales, requisitos de transparencia y rendición de cuentas, normas éticas y códigos de conducta medioambientales”.

La ética de las empresas recuerda el derecho y el deber que tienen las empresas para resolver desafíos compartidos del presente y del futuro que ponen en riesgo la productividad, la competitividad y la sostenibilidad de los mercados y que aumentan el impacto de los problemas sociales no resueltos de su entorno.

Este imperativo ético acelerará el involucramiento de las empresas en macro temas nacionales y mundiales, debiendo asumir un papel más relevante en el impulso y difusión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el país,  que exige a todas las instituciones su participación en la búsqueda de soluciones efectivas  a los problemas de la pobreza, el hambre, el desarrollo social, el crecimiento y la desigualdad social, el cambio climático, la protección medioambiental, la justicia y otros.

En el marco de la apertura de los mercados generada por la globalización y la creación de bloques regionales que regulan las actividades comerciales, las empresas nacionales deberán ver más allá de la insularidad y asumir una serie de principios relacionados con los derechos humanos, el trabajo justo y decente, el medio ambiente, el rechazo al trabajo infantil  y la anticorrupción.

Frente a estos grandes desafíos “glocales”, la fuerza transformadora de las empresas, en tanto éstas constituyen la principal fuente de la actividad económica, demandará del sector privado  liderar las mejoras del nivel de vida de las comunidades del país, sin que ello implique “privatizar” las responsabilidades del gobierno y del sector público.

En este escenario, la educación y el desarrollo moral habrán de pasar a formar parte esencial de la cultura de las empresas nacionales e internacionales instaladas en el país, como expresión de una ética de la empresa, asumida como una ética de la responsabilidad. Definitivamente, las empresas del país deben poner el tema ético en su agenda y habrán de hacerlo de una manera visible y más temprano que tarde.