… como el agua, como el agua que no es mar, que aguarda a la tarde helada, no es visible lo que se siente cuando se enlaza la plenitud con el destino, cuando a contra-corriente la espera es algo así como un anónimo presente, quedarse en cautela, sin ganancia, sin ningún intento afortunado de preguntar hacia dónde ir. La espera es como el viento cuando viene gimiendo o muriendo al tocar  tierra en su ofensiva ante los peñascos que sus fuerzas no dejan virgen; es enlazarse con las grietas del olvido, encerarse  en el tedio, hacer que la vida no esté en marcha.