La perspectiva pedagógica del humanista y pedagogo Pedro Poveda entusiasma y compromete con la escuela pública. Desde su enfoque se redescubre la capacidad que tiene la escuela pública para dialogar con la sociedad y contribuir significativamente en los procesos de transformación de la sociedad y del conocimiento. Se asume una escuela pública con capacidad para saltar, de forma razonada, sus propias fronteras; una escuela pública capaz de intervenir proactivamente en la construcción de la democracia y de la organización social. Esta intervención coloca a los actores en primer lugar; y cultiva un diálogo social situado. Esto puede parecer un sueño y argumentarse que es un cuento de hadas. Los centros que trabajan en esta dirección son muchos, pero no hacen ruido. Trabajan en silencio tratando de aportar lo mejor. De este aspecto nos puede hablar, sin temor, la escuela pública de Palmarito, La Vega. La escuela pública ha de ser tratada como un espacio vivo y, por tanto, ha de cuidarse como un organismo vivo. Entender y asumir los centros educativos desde esta óptica exige un replanteamiento de la forma de tratarlos y acompañarlos. Al ser una entidad viva, recibe el impacto de los problemas estructurales de la sociedad dominicana. Entonces, denostar la escuela pública es una injusticia. Lo primero que ha de hacerse es acompañarla corresponsablemente. Este acompañamiento requiere conocimiento, in situ, de sus problemas y de sus necesidades.
Hace falta llenar de contenido el estribillo que anuncia la escuela no puede sola. Es fácil pronunciar esta expresión porque es breve y tiene una sonoridad agradable. Pero la necesidad de acompañamiento cualificado es urgente. Los centros educativos públicos necesitan un acompañamiento que los anime a reconocerse como entidades necesarias en la sociedad; y comprometidas con el desarrollo y maduración de la democracia. Este compromiso se extiende al cuidado del saber ser y del saber hacer de cada una de las personas implicadas. Los centros educativos públicos no pueden continuar disminuyendo progresivamente la credibilidad que estaban construyendo. El Consejo Nacional de Educación ha de ganar agilidad para controlar y superar el deterioro vertiginoso de la escuela pública. Los hechos de violencia, hasta provocar muertes e incapacidad física, colocan a la escuela pública en cuidados intensivos. Este cuidado no se aporta con anuncios, ni con exhibiciones de equipos tecnológicos. Es un cuidado que requiere planificación y seguimiento sistemático. Debe ser un acompañamiento que ayude a reconstruir la organización y el trabajo intencionado; sobre todo, que aporte directrices e instrumentos para restaurar la paz perdida y la confianza rota. No hay derecho a que la escuela pública cada cierto tiempo aparezca en los medios de comunicación como si no tuviera dolientes, reflejando anarquía al celebrar, destruyendo equipos escolares; y barbarie, destruyendo vidas y amputando órganos. Estos problemas no son particulares, son problemas sociales que demandan reorientación con celeridad. Las autoridades necesitan una función más responsable de los familiares de los niños. Asimismo, requieren una participación más lúcida de la sociedad civil, para avanzar en la solución de los problemas que viven los centros educativos públicos. Los centros educativos privados tienen muchos problemas, pero hemos de admitir que tienen más regulación en sus espacios. Ambas entidades están amenazadas constantemente, pero la escuela pública está afectada de un mal congénito en la República Dominicana: lo público es tierra de nadie; lo puedo destruir, lo puedo desaparecer sin que me duela el alma. Pero la escuela pública tiene a quien le duela; tiene a quien crea en ella. Por esto proponemos una acción pensada a largo plazo; una acción que ayude a la recomposición de los centros educativos. No se justifica una acción aislada y desencarnada del contexto mundial, regional y local que incide en el espíritu, en la cultura y en el trabajo de los centros educativos. Proponemos la conformación de una red de colaboradores de la Escuela Pública Dominicana, para cualificar los talentos de los centros educativos públicos; y, además, para sanear su cultura institucional, desde una atención, respetuosa y alentadora, a la persona de los profesores, de los estudiantes, del personal de apoyo y de las comunidades circundantes. Esta Red de colaboradores ha de comprometerse con la transformación personal, contextual, académica y social de la Escuela Pública. La opción es redescubrir las potencialidades de la escuela pública. Es convertir los cuidados intensivos en energía transformadora de su servicio a la sociedad y de su responsabilidad con la formación de seres humanos integrados e integradores.