Es una fiesta privada en donde los primeros serán los primeros y los últimos serán los últimos, aunque con derecho a premios de consolación por aplaudir en la fiesta. La “escogencia” no constituye una fiesta nacional. Es una fiesta privada con asientos numerados que no alcanzan para todos. Organizada de acuerdo a un guión y a un montaje que se repiten. Es su fiesta. Es su guerra. De los peledeístas.

Sí. Se trata de la última encuesta. Que no se realizó para elegir un candidato virtuoso para la presidencia de la República, sino como pretexto para aplacar la ira de los, que se sabía, resultarían aplastados por los caprichos y conveniencias de una “facción especial” del partido.

Sí. La misma encuesta que evadieron el Secretario General del PLD y otro precandidato desertor, no sin antes dar razones de suficiente peso y gravedad como para ser asumidas con carácter de urgencia por los tribunales, cortes, cámaras y poderes que deben velar por el uso correcto de los fondos públicos.

Sí, la misma encuesta cuyos resultados fueron arrebatados a los “técnicos independientes” y llevados apresuradamente entre fanfarrias al Palacio Nacional para ponerle el ropaje  “gubernamental” que servirá de disfraz distintivo en el próximo carnaval electorero interno que se caracterizará por enfrentamientos desgarradores y denostativos, enfocado más en votar contra de algunos candidatos  que votar a favor de otros.

Afortunadamente esta “escogencia” no es una fiesta de los dominicanos. Es una fiesta privada. Es su fiesta. Es su guerra. De los peledeístas. Que si bien no despierta interés mayoritario, sí despierta incertidumbre y preocupación porque inocula elementos patológicos al proceso democrático. Siendo además, que aterra saber que las alocadas y nefastas aspiraciones que inspiran a la misma podrían convertirse en sufrimiento de todos los dominicanos. Y por largo tiempo.

Viéndola de cerca y de lejos, llamemos por su justo nombre  lo que sucede antes, durante y después de la encuesta de la discordia. El apresuramiento  para “enseñar” los resultados, violentando el rigor de presentar primero el método, la ficha técnica y los datos cuantitativos, los contamina, los debilita y los hace fuente de verdades debilitadas y de mentiras alimentadas, convirtiendo en rebeldes simuladores a algunos precandidatos, dirigentes y militantes  y en genuflexos  aplaudidores a otros muchos, “incluyendo a los que han salido de sus madrigueras después de la tormenta”.

Por validar la  “la desigualdad y la falta de equilibrio” y despertar enormes confusiones,  esta  encuesta del PLD califica para caer en el campo de la mitomanía,  definida como “la tendencia patológica a mentir, conocida también como “pseudología fantástica” o trastorno mentiroso compulsivo que consiste en la invención consciente y demostrable de acontecimientos difícilmente comprobables y de falsedades desproporcionadas por cuya fabulación el protagonista no obtiene una ganancia aparente o se debe a un impulso a mentir para construir una falsa identidad”. ¡Eso dice la foto!

Los medios de comunicación, los especialistas y académicos, los partidos políticos y los ciudadanos votantes de todas las vertientes deberán detenerse a analizar este “trastorno” y sus consecuencias políticas para el país. ¡Sin permiso de nadie!

Para que el pueblo dominicano no sea engañado con ésta, y otras encuestas que vendrán, resulta oportuno conocer el verdadero alcance de una encuesta. "Las encuestas ayudan a entender cuáles son las percepciones de las personas ante un gobierno, un político. Pero sería un error creer que la percepción es algo que está ahí de manera fija y que resulta de una reflexión crítica y premeditada. Es algo volátil, algo que está ahí de manera difusa, contradictoria y cambiante", dice la filósofa argentina Luciana Cadahia. Y nosotros agregamos: “las encuestas no son un oráculo”.

Se ha comprobado que muchas encuestas se han convertido en una herramienta más de influencia, manipulación y tergiversación. Y ésta podría ser una de esas. ¡Lo importante no es la encuesta, es el montaje de la fiesta!

De no ser trucadas,  cosa que ocurre con más frecuencia de lo que creemos, las encuestas son «la foto fija de un momento dado», que envejece cada día. Tomarlas como anuncios del futuro son ganas de engañar o engañarse. Procuremos no figurar en la lista de los manipulados, engañados o de los torpes políticos, que sólo  tienen derecho a ver pero sin hablar, preguntar o cuestionar.

No nos convirtamos en aplaudidores de la encuesta del PLD, ellos tienen sus propios aplaudidores de oficio. Tampoco de los jolgorios y procesiones que se montarán a partir de la misma. Seamos unos críticos que piensan, ven, preguntan y cuestionan. ¡Sin permiso de nadie!

Mantengamos la mente abierta y el honor y el corazón despiertos para que la encuesta de la discordia  no se convierta en “la encuesta de la opresión y los lamentos para la mayoría de los dominicanos”.