(“Si en siglos pasados no pudimos evitar que la Iglesia de Roma depredara, “evangelizara”, cientos de culturas y pueblos, ahora debemos evitar que “evangelice” el planeta entero”)

Pero ahora sólo nos vamos a referir a la parte cloacal, es decir, a la gran cantidad de sofismas clericales y desperdicios que contiene la llamada Carta Encíclica Laudato Si’, la que evacuó el padre Francisco al abandonar el “pensamiento racional” e introducir en su texto el “pensamiento mágico”, sobre el cuidado de la “casa común”, sobre el cuidado de la naturaleza, del medio ambiente, pero sin mencionar el “respeto a las culturas”, lo que jamás ha hecho la Iglesia depredadora, colando el mosquito y tragando el camello.

Acogemos el pensamiento racional

Después analizarla, hemos acogido y dado por cierto lo que dice el llamado pontífice sobre los aspectos científicos del medio ambiente, en los que coincidimos casi todos los lectores, exceptuando a los líderes políticos católicos de Norteamérica que han despotricado contra su propio papa.

Rechazamos el pensamiento mágico

Por lo que pasamos a analizar los aspectos vergonzosos de una Iglesia que pretende defender la Naturaleza mientras depreda la “naturaleza humana” y las culturas ajenas, los de la “encicloaca”, es decir que veremos los aspectos desechables cloacales que el propio papa introduce en el texto con cierto rubor y cuidado, sabiendo de su imprudencia, de su atrevimiento al tratar de mezclar las incertidumbres de una fe medieval y pensamiento mágico con los aciertos racionales de la Ciencia.

Veamos cómo, conciente de su desazón, el papa trata de justificar su atrevimiento y argumenta:

<< ¿Por qué incluir en este documento, dirigido a todas las personas de buena voluntad, un capítulo referido a convicciones creyentes? No ignoro que, en el campo de la política y del pensamiento, algu­nos rechazan con fuerza la idea de un Creador, o la consideran irrelevante, hasta el punto de relegar al ámbito de lo irracional la riqueza que las reli­giones pueden ofrecer para una ecología integral y para un desarrollo pleno de la humanidad. Otras veces se supone que constituyen una subcultura que simplemente debe ser tolerada. Sin embar­go, la ciencia y la religión, que aportan diferentes aproximaciones a la realidad, pueden entrar en un diálogo intenso y productivo para ambas.>> ( Ver: cap II: El evangelio de la creación”; # 62 , pág 69.)

Y nosotros contestamos:

Porque la misión suya, la de la Iglesia, es la de persistir en imponer su ideología, su absolutismo, su universalidad, su catolicismo excluyente, su subcultura, como lo demuestra usted en la introducción de esta encíclica, al decir que los males del mundo se deben:

(…) “a la idea de que no existen verdades indiscutibles que guíen nuestras vidas , por lo cual la libertad humana no tiene limites” porque “el derroche de la creación comienza donde no conocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros , sino que solo nos vemos a nosotros mismos”. Porque (…) “el derroche de la creación comienza donde no conocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que sólo nos vemos a nosotros mismos”. (Pág. 7 encíclica).

De esto se trata pues el tema ecológico que el papa aborda en su encíclica es solo un Caballo de Troya donde la Iglesia esconde sus verdaderos propósitos:

Tratar de salvar el sombrero de una Iglesia desacreditada que se hunde en los mares de luz y de ciencia que el hombre ha logrado conquistar después de siglos de lucha en su contra, después de grandes victorias donde le ha podido arrebatar a la Iglesia “los derechos del hombre”, Por siglos la Iglesia ha permanecido asociada al poder terrenal conculcando los “derechos del hombre”. (Revolución Francesa y el protestantismo).

Increíblemente, este papa “progresista” se ha atrevido a plantearnos la misma idea medieval, aquella donde Dios y la superstición, y no el hombre, debe ser el centro de toda actividad humana; nos plantea un regreso al medioevo y, desde luego, en el fondo nos conmina a que aceptemos a su Iglesia (que es la de Dios) como la autoridad suprema, sobre todos los hombre y los Estados, es decir, que adoptemos sus ideas, su plan global, su Iglesia Universal, la católica.

Su encíclica es un Caballo de Troya que contiene en sus entrañas una vergonzante carga de ideologías clericales medievales dominantes y absolutistas.

Hubiese sido menos vergonzoso si el papa hubiese iniciado su encíclica pidiéndole perdón al mundo por haber sido su Iglesia la gran depredadora de la naturaleza y las culturas. Por haber compartido con los conquistadores la depredación cultural y natural de estas vírgenes tierras de América, esclavizando indígenas y negros en sus propias fincas eclesiales, despojando, depredando recursos naturales, explotando el oro y la plata con manos esclavas para enriquecerse y adornar los altares, apoyando a los poderosos, en el nombre de Dios, pedir perdón por haber repartido tierras ajenas con humanos a bordo a los reyes de Portugal y de España, pero sobre todo, pedir perdón por depredar sus culturas, por destruir sus creencias para convertirlos en desgraciados seres “evangelizados”, ofreciéndoles un paraíso que, al ver la crueldad que mostraban sus amos europeos, rechazaron radicalmente.