No es correcto que ahora, después de 20 siglos de adoctrinamiento, de evangelización en los asuntos de la depredación contra la naturaleza, la Iglesia y su el papa vengan a decirnos con fingida inocencia y gran teatro clerical que ellos simplemente se han equivocado y que desde ahora:

<< Esta no es una correcta interpretación de la Biblia como la entiende la Iglesia. Si es verdad que algunas veces los cris­tianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas. >> (1) Tomado de la encíclica.

Y todo, para no admitir en su encíclica que la verdadera fuente de la ideología depredadora que hoy nos agobia y embarga ha sido la mismísima Iglesia de Roma.

El papa evade su responsabilidad, se niega a reconocer que la Iglesia fue la que propagó con fuerza y entusiasmo la cultura del dominio y la depredación del medio ambiente.

De esto se trata, de eufemismos y engaños clericales que han de ser develados transparentemente.

Veamos:

Aunque evade un Mea Culpa, aunque no quiere reconocer el gran pecado de su Iglesia contra la naturaleza y el hombre, el papa Francisco ha tenido que admitir en su encíclica que la Iglesia ciertamente ha “favorecido” la idea de “la explotación salvaje de la naturaleza, presentando una imagen del ser humano como dominante y destructivo”. 

Pero esto no fue así tan simple señor papa, la Iglesia no ha “favorecido”(simplemente) la ideología de la depredación, hable con propiedad, diga la verdad y admita que la Iglesia, como la gran maestra evangelizadora , la adoctrinadora, ha sido la gran culpable de que el hombre haya asumido esta actitud agresiva y depredadora contra la naturaleza, la que hoy nos aflige y nos conmueve.

El papa se refiere a que la Iglesia ha “favorecido” (así de simple) la idea del Génesis 1:28 en el que un Dios depredador supuestamente dice:

“Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.”

Pero este papa inteligente no puede pretender que, después de dos milenos de predicar esta doctrina judeo-cristiana del “ predominio y la depredación del hombre sobre la naturaleza” (Génesis 1:28), ahora su Iglesia aparezca como un ente inocente, desligado del desastre ecológico y moral en que hemos caído y decir con malicioso eufemismo que la Iglesia solo “ha favorecido” esta idea, ocultando la verdad y el contexto histórico y decir: que la Iglesia fue su gran promotora, la principal culpable de que hoy suframos esta peste ambiental de la que está tratando de desligar a su Iglesia.

No señor papa, esto no es correcto, diga la verdad que no todos somos rebaños del dogma irracional que carcome su Iglesia, no somos incapaces de pensar y razonar correctamente.

Como supuesto jesuita consciente y moralizador, antes de culpar a los demás, el papa debió iniciar su encíclica con un mea culpa, admitiendo que su Iglesia se encargó por siglos de enseñar y propagar esta “cultura de la depredación y del egoísmo”, la que hoy el papa denuncia y condena desligándose de ella.

Veamos cómo el papa, atrapado por los hechos, sin posibilidad de evadir esta obra ideológica de la depredación que eficazmente enseñó su Iglesia, hace alusión a la cuestión , pero, desde luego, sin admitir la culpa, evadiendo dimensionar la cuestión , tratando de minimizarla, con la “enema” de que la Iglesia solo “facilito” la cuestión y decir que solo algunas veces pecó, citamos:

“Si es verdad que algunas veces los cris­tianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas”.

No señor papa, no ha sido “algunas veces”, ha sido desde siempre que su Iglesia ha propagado la idea de la depredación, y no solo la idea, sino que además la ha practicado al arrasar con culturas enteras, a las que ha depredado, a las que ha “evangelizado” , arrasando con las riquezas, con el oro y la plata de estos pueblos americanos, pero siempre del lado de los conquistadores, de los fuertes, para colmar de riquezas las arcas pontificias a base de la explotación de indios y negros.

Ciertamente, la Iglesia se ha pasado dos mil años predicando esta idea, reforzando y mostrando con palabra y obra esta ideología despótica y depredadora; por siglos nos ha predicado que hombre debe sojuzgar la tierra, a los peces, las aves y todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

No es correcto que ahora, después de 20 siglos de adoctrinamiento y práctica en estos asuntos de la depredación, la Iglesia y el papa vengan a decirnos que: 

<< Esta no es una correcta interpretación de la Biblia como la entiende la Iglesia. Si es verdad que algunas veces los cris­tianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas .>>

 

Y todo, para señalar otros culpables y quitarle a la Iglesia su gran culpa, para no presentarla como lo que ha sido: como la verdadera fuente de donde surgió y se promovió la ideología de la depredación de la naturaleza, lo que hoy nos agobia.

* (1) #67 de la encíclica en cuestión:

<< No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada. Esto permite responder a una acusación lanzada al pensamiento judío-cristia­no: se ha dicho que, desde el relato del Génesis que invita a « dominar » la tierra (cf. Gn 1,28), se favorecería la explotación salvaje de la naturaleza presentando una imagen del ser humano como dominante y destructivo. Esta no es una correcta interpretación de la Biblia como la entiende la Iglesia. Si es verdad que algunas veces los cris­tianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas.>> ( Punto 67 de la Encíclica)

 

*Texto completo de la encíclica: http://www.lavoz.com.ar/sites/default/files/file_attachments/nota_periodistica/Laudato_Si_-_ES_0.pdf