Durante las últimas semanas hemos sido testigos, de como el mapa geopolítico latinoamericano ha ido reconfigurándose. La izquierda peronista ganó las elecciones presidenciales en Argentina de la mano de Alberto Fernández. En Uruguay, el candidato del oficialista Frente Amplio, el ingeniero Daniel Martínez, pasó a un balotaje contra Luis Alberto Lacalle Pou, del Partido Nacional. En Chile, las protestas sociales han socavado los cimientos de ese Estado subsidiario, que no garantiza derechos sociales, cuna del neoliberalismo en América Latina, que amenaza los privilegios de la élite gobernante. Por otra parte, en Bolivia hemos visto como el orden institucional ha sido quebrantado, a través de un Golpe de Estado, cívico, policial y militar, tratando de borrar un legado político, económico y social escrito con tinta indeleble, que derrotó al neoliberalismo. Este hecho abominable ha sido apoyado por la derecha latinoamericana, y validado por las organizaciones satélites al servicio de los intereses imperiales. 

Tras la caída de los precios de las materias primas, a mediados de 2014, el péndulo político de la región se movió hacia la derecha. Sin embargo, esos Gobiernos de derecha no han llenado las expectativas económicas esperadas, y han vuelto aplicar políticas económicas de corte neoliberal, desmontando todas las conquistas sociales logradas por los Gobiernos de izquierda durante la primera década del siglo XXI. Es por ello, que, la izquierda ha vuelto ganar terreno en América Latina.

Este nuevo ciclo político que vive la izquierda latinoamericana está siendo liderado por un viejo aliado de la integración regional, México. Bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador, México ha retomado la Doctrina Estrada para manejar su política exterior, esta doctrina le agenció a este gigante del Norte, el respeto y prestigio en la comunidad internacional que gozó durante una gran parte del siglo XX. Esta doctrina debe su nombre al exsecretario de Relaciones Exteriores de México, Genero Estrada, que ostentó la posición entre 1930 y 1932, durante la presidencia de Pascual Ortiz Rubio. La Doctrina Estrada, estipula que los Gobiernos extranjeros no deberían juzgar positiva o negativamente a los Gobiernos o los cambios en el Gobierno de otros Estados, ya que tal acción implicaría una violación de la soberanía. Se dijo que esta política se basaba en los principios de no intervención, resolución pacífica de disputas y autodeterminación de los pueblos.

Bajo este nuevo escenario geopolítico, México se posiciona como el nuevo líder de la izquierda moderada en la región, y con su liderazgo histórico en favor de la integración latinoamericana, puede alentar a mover hacia la izquierda el mapa político latinoamericano, sin el matiz autoritario que encarna la Venezuela de Nicolás Maduro.  El bloque de la derecha latinoamericana que integran: Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Honduras y Guatemala, luce muy debilitado a corto, mediano y largo plazo.  En el caso especifico de Brasil, Bolsonaro luce muy debilitado en cuanto a popularidad se refiere, esto sumado al desmonte de las conquistas sociales de los Gobiernos de Lula y el PT, como, por ejemplo, la reforma al sistema de pensiones que beneficia en esencia a la oligarquía brasileña. Por otra parte, Bolsonaro ha asumido una retórica anacrónica basada en el fundamentalismo evangélico, un símil del presidente estadounidense, Donald Trump, que encarnan un discurso de odio contra la comunidad LGBT, minorías étnicas, etc. Esto acompañado de la ralentización de la economía brasileña, podría decretar la derrota de Jair Bolsonaro, en octubre de 2022, de mano de Lula Da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT).

Tras el giro de Brasil hacia la derecha cavernaria, ha traído consigo la pérdida del liderazgo regional, que obtuvo tras el fin de la aplicación de la Doctrina Estrada, durante los sexenios del Partido Acción Nacional (PAN), en México. Ahora Bolsonaro busca servir de pivote estratégico a los intereses estadounidenses en la región, relegando a un segundo plano el rol histórico de Brasil en favor de la integración, y del principio de autodeterminación de las naciones. Bolsonaro quiere dejar el MERCOSUR, por un Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos.  En el caso de los demás países como: Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Honduras, sus mandatarios atraviesan por una situación política muy difícil, que ponen en tela de juicio su permanencia en el poder, más allá de lo establecido, en los casos donde es permitida la reelección inmediata, por lo que, podría abrirles las puertas a regímenes de corte progresista en sus respectivos países.

Otro escenario que vislumbra el descalabro total de la derecha que gobierna actualmente la región, es su adhesión incondicional a una política exterior estadounidense basada en una reedición de la Doctrina Monroe, que es sustentada sobre la lógica de la dominación. La administración Trump está utilizando a estos regímenes a fines en la región como pivotes estratégicos, en su afán de agenciarse el apoyo de los grupos de extrema derecha en el estado de Florida, encabezado por los cubanos y venezolanos. Con el simple objetivo de permanecer en el poder, a través de una Guerra ideológica para tratar de satanizar y deslegitimar a todo lo que huela a izquierda. Sin embargo, el presidente estadounidense enfrenta un juicio político en su país, que podría minar su potencial electoral entre los independientes en estados claves como: Wisconsin, Michigan, Pennsylvania, que podrían provocar su derrota electoral en noviembre de 2020.   

Bajo un escenario de una derrota electoral de Trump, estos regímenes a fines sufrirán un efecto dominó, no sólo por ese traspiés geopolítico, sino por el empeoramiento de las condiciones materiales de sus habitantes, fruto de la aplicación una vez más, de las recetas económicas neoliberales. Esto facilitaría, un rediseño del mapa político regional hacia la izquierda, donde va a primar la integración regional en el ámbito político y económico, liderada por un México, que abraza el respeto a las normas del derecho internacional y los principios de no intervención y autodeterminación, que son las claves, junto a una visión holística del rol de la región en la arena internacional, para sentar las bases de una verdadera unión latinoamericana como la soñó Simón Bolívar para el bien de nuestros pueblos.