El mundo pasa por una diversidad, por una manifestación infinita de cosas, pero carece de tolerancia, lo que parece una idiota contradicción; porque si hay tantas disimilitudes, ¿cómo es posible que no reconozcamos esas reales diferencias entre todos los entes, tanto animados como inanimados, pensantes como no pensantes?
¡ Que cosa mas curiosa!. Nosotros, humanos, irrespetamos desconsideradamente a los otros, aspiramos a que piensen y se sitúen en el mismo situal o espacio a que pertenecemos. No hay peor conclusión egoísta, que apreciar al otro porque se identifica con nuestro juicio o postura. Ya lo he sentenciado: individuo viene de " indiviso", lo que no es posible dividirse en el otro. El otro, es el otro, y nada más. Eso es la identidad, de que nos hablara el filósofo griego Aristóteles.
Encuentro en mi camino, en conversaciones, en tertulias casuales o agendadas, también en el mercado, en los académicos y en los deportistas pareceres distintos en función de los mismos temas. Esa es la palmaria evidencia de la diversidad que presentan los sujetos, tan así como la biodiversidad de la naturaleza y el propio universo misterioso que pugnamos por conocer, pero que nos vence por su infinita complejidad.
Estamos en el deber de construir la tolerancia entre nosotros, como en relación al medio ambiente, que exige una filosofía orientada en el respeto a la diversidad.
Penetramos en aquello que sentimos vital para construir una vida mejor, una sobrevivencia de calidad y una zona de confort conforme a la cultura y el desarrollo económico adaptado al modo de existencia de la sociedad que nos toco vivir. Somos seres aún insatisfechos, intolerantes, vanidosos y en gran parte soberbios.
Siempre queremos más, el deseo se impone a la necesidad; sin embargo " todo surge por una necesidad", como dijeran los atomistas griegos y el dialéctico Heráclito. Será entonces que la misma naturaleza intrínseca de la vanidad y el deseo desmedido en estos tiempos neoliberales y de la adicción por el ciberespacio nos crea modernas y digitales necesidades, basadas en la impronta de curiosidades y novedosas rutas de mercado.
Estamos hechos para la insatisfacción existencial, tememos a la monotonía, a la paralización, a no progresar; por eso aquello de que el cambio es inherente a la sociedad, a los individuos y a los grupos sociales. Desde ahí se desata una pugna por por el poder, por la toma de los espacios sociales y geográficos ( acordaos de las hipótesis geopolíticas) desde los orígenes mismos de las primeras sociedades o aldeas.
Y volvemos a la diversidad de razas, etnias, clases sociales, culturas,grupos, creencias y lenguas. La diversidad se expresa por doquier, pero también abunda la intolerancia y en ello radica la perdición de la paz y seguridad entre los pueblos y razas. Vémosles en África, Mundo Árabe, Europa y América, no importando su grado de desarrollo se producen en ocasiones críticas holocausto y hechos demenciales en Nueva York, Irak, Siria, Francia, España, Argentina, Afganistán, Rusia, Venezuela, Londres o África. Nadie escapa a ser sacrificado o agredido dado a la intolerancia por creencias, clases sociales, clanes de poder o ideología intolerante y avasalladora.
Si observamos nuestro alrededor, mas mundo que desconocemos por nuestras limitaciones, indudablemente que daremos con la diversidad expuesta con evidencias incontrastables en todos los rincones espaciales y existenciales; la naturaleza nos ofrece la lección para que la imitemos.
No hacemos caso a su presencia diversa y al contrario la agredimos y rompemos su eco-equilibrio, que finalmente se cobra el maltrato intolerante con tormentas, tsunami, sismos e inundaciones incontroladas.
Estamos en el deber de construir la tolerancia entre nosotros, como en relación al medio ambiente, que exige una filosofía orientada en el respeto a la diversidad. Y es ahí, el problema espinoso de la desigualdad entre naciones, grupos sociales, partidos políticos, razas, etnias y estructuras de gobierno.