El triunfo del joven abogado dirigente de izquierda chileno Gabriel Boric tiene una dimensión histórica. Desde el inicio de la reacción neoliberal y dictatorial el 11 de septiembre de 1973, con el derrocamiento sangriento del presidente socialista Salvador Allende, Chile había sido por poco menos de 50 años el laboratorio de las políticas contra los trabajadores y las conquistas populares, tanto en Chile como en el resto de América Latina. La ola fascista, totalitaria, antidemocrática y neoliberal extrema comenzó en Chile y está siendo enterrada también en ese hermano país. 

Horacio Duque es un escritor, activista, profesor y economista colombiano que me permito compartir con ustedes una reflexión publicada días atrás sobre los retos del gobierno de la Coalición Apruebo Dignidad, integrada por el Frente Amplio, el Partido Comunista y otros movimientos populares aliados que ganaron en la figura de Boric las elecciones presidenciales del pasado 19 de diciembre con un amplio 57%.

“Chile nos concierne a todos. Su paradigma neoliberal organizado por el general Pinochet, con asesoría de la Escuela de Chicago, sirvió de referente a las castas oligárquicas de Latinoamérica para imponer ese modelo al resto de las naciones con terribles consecuencias sociales y ambientales.

Con la revuelta y potente explosión social de octubre de 2019, que inició el derrumbe de esa máquina económica infernal de destrucción, Chile recuperó las miradas del mundo popular global hacia su potente movimiento social y a los acontecimientos posteriores que marcan una tendencia general con la elección de la Convención Constitucional, los peligros del regreso del pinochetismo más transgresor (fascismo) y el triunfo de la coalición de izquierda representada por Boric.

Con la votación mayoritaria (57%) inobjetable de Boric surge una serie de cuestiones que van a ser materia de análisis y reflexión en las próximas semanas para descifrar qué rumbo tomará realmente la nación austral en la perspectiva de construir un nuevo modelo de desarrollo con democracia popular, justicia social, equidad, erradicación de la pobreza y soberanía nacional.

¿Qué tipo de relaciones establecerá el nuevo presidente con el colegio constitucional, con el nuevo texto de la carta política y con el plebiscito para su refrendación? ¿Forjarán entre los dos una alianza para darle una dinámica constituyente a la CC con la perspectiva de organizar un nuevo régimen político anti neoliberal y progresista? ¿Qué papel jugaran los movimientos sociales en la organización del nuevo gobierno? ¿Se deconstruirán las bases del modelo neoliberal controlado por la privilegiada y poderosa casta empresarial de los Fondos de Pensiones, del extractivismo minero, de los negocios militares y de la especulación financiera?

Los tres meses que quedan hasta el 11 de marzo, fecha de la  posesión de Boric, serán clave en la definición del rumbo y el alcance de los cambios que serán impulsados en la nueva administración. El nuevo presidente ha dicho que irá “paso a paso”, con cada decisión bien pensada y en función del interés de los trabajadores y los millones de ciudadanos afectados por la miseria, el hambre, la falta de salud, de vivienda y de educación.

Sin lugar a dudas el punto clave del desmonte del neoliberalismo en Chile son los Fondos despojadores de pensiones, mercantilización de la educación en todos sus niveles, bajos salarios, negocios del agua, atropello a las mujeres y a otras poblaciones en minoría, violencia contra la nación Mapuche, violencia policial contra los movimientos cívicos y aberrantes privilegios de una casta empresarial y burocrática dueña de una descomunal fortuna con muchos tentáculos por la región, como en Colombia.

Como bien es sabido, el modelo neoliberal es una plantilla ideológica impuesta por los grupos más dogmáticos de la economía neoclásica que implicó una amplia elaboración teórica desde los planteamientos de la “Escuela austriaca”, en la que sobresalen el papel del individualismo metodológico y el subjetivismo, hasta las recetas de la Escuela de los Chicago Boys pinochetistas que lanzaron desde 1973 la ofensiva privatizadora del Estado y el protagonismo arrasador del mercado con la oferta y la demanda, acompañada de la masacre y la liquidación de todo tipo de oposición política democrática.

Hoy ese modelo ha sido incorporado al control absoluto de la subjetividad con la promoción del consumismo desenfrenado y el uso descontrolado del dinero plástico, alimentando así una fantasía posmoderna que no esconde la degradación del ser humano y de las familias sometidas al individualismo y al egoísmo destructor de las comunidades.

Si algo quedó claro con el alzamiento multitudinario del 2019 en Chile es el odio de las masas obreras y populares a ese modelo, por lo que su eliminación adquiere una prioridad central en la agenda inmediata de los nuevos liderazgos escogidos el pasado 19 de septiembre.

Es urgente saber qué hará Boric con la infraestructura institucional organizada para proteger la estructura neoliberal. ¿Qué hará con el Ministerio de Hacienda? ¿Qué ocurrirá con el Banco Central? ¿Qué cambios introducirá en el sistema financiero y bancario? ¿Qué cambios se introducirán en los sistemas privados de pensiones? ¿Qué cambios se harán en las regalías mineras, pues las que están son favorables a las multinacionales extranjeras? ¿Qué pasará con el negocio de la educación y las deudas de los estudiantes? ¿Qué sucederá con los problemas del desempleo, el hambre, el déficit de viviendas y salud de millones de ciudadanos? ¿Qué cambios se harán con las zonas militarizadas del sur que violentan las comunidades indígenas?

Todos esos son temas que requieren una definición y unas posiciones claras en el “paso a paso” anunciado por Boric y su coalición. Ojalá  el ritmo no lo marquen los letargos y trampas de la Concertación que se ha infiltrado en el torrente popular para impedir los cambios avanzados que se demandan por las mayorías sociales y que las fuerzas progresistas de América Latina acompañamos”.