Desde el primer momento, identificamos el blanco principal y común, Danilo y PLD, para derrotarlo en forma contundente, convincente y con el apoyo entusiasta de la población. Conseguir esto, había que sintonizar con los anhelos intrínsecos de la sociedad; hastiada y en peligro de su disolución ética y moral.

Desunidos y dispersos, no era posible alcanzar la victoria. Urgía unir la mayor cantidad de fuerzas políticas y sociales, alrededor de un programa y candidato. No había de otra. Lamentablemente, ese esfuerzo no iba ser encabezado por los revolucionarios y los llamados progresistas.

Ese lugar ha sido ocupado por un sector de la burguesía nacional que se enfrenta a los sectores más cavernícolas de la sociedad dominicana. Estuvieron tirado en la calle al medio, “politiquiando” y buscando votos.

A pesar de los despiadados ataques, de todo tipo, persistimos en la unidad de contrarios y vencer al enemigo coyuntural. Tomando en consideración que en el desarrollo del escenario electoral podían surgir nuevos ingredientes que obligarían asumir posiciones responsables para desplazar la mafia morada enquistada, como un cáncer, en el Palacio Nacional.

Ahí están los resultados. ¿Qué hacer? La pregunta del millón. Ya que la tradición en la política dominicana cuando terminan elecciones presidenciales, congresuales y municipales, es coger unas vacaciones de silencio irresponsables, golpes de pechos, que no conduce a nada positivo. Y se sumergen en la soledad cómplice del atraso político e ideológico.

Esperamos, con buena fe, que el presidente electo, Luis Abinader Corona, el PRM y fuerzas aliadas, cumplan con el programa de gobierno y promesas electorales, ofertado a la población. Que no se involucren, respeten la voluntad popular, en las elecciones congresuales, ya que es costumbre perjudicar a los partidos emergentes en el conteo de los votos y distribución de los mismos para escoger el candidato ganador.

La lucha contra la corrupción y la impunidad es innegociable. El nuevo gobierno debe cumplir su promesa de instalar una justicia “independiente” para proteger los bienes del Estado y aplicar la ley a todo el que la viole, sin distinción de clase. Los funcionarios salientes, potenciales corruptos, deben ser investigados y llevados a los tribunales, sin trucos de películas.

Las fuerzas revolucionarias deben cuestionar su accionar en forma crítica y autocrítica, con el fin de corregir lo que está mal. Y enderezar el curso de un camino, recorrido, que no lo ha llevado a buen puerto. No ha exhibido, una parte considerable, madurez política en la presente coyuntura electoral; apegado a un esquema analítico carente de profundidad, dinamismo y creatividad.

No hay duda, se respira un aire fresco en todo el territorio nacional. Hemos vencido la peor plaga, la morada, en toda la historia republicana. La población espera la oportunidad para repudiarlos en plazas comerciales, bancos, aviones, calles avenidas, en el exterior, etcétera.