Si hurgamos en la historia de la Iglesia Católica dominicana, encontraremos elementos esenciales que explican la sorpresa y desazón de sectores de la derecha ideológica y política dominicana ante el nombramiento de Francisco Ozoria como arzobispo de Santo Domingo. Ese nombramiento constituye una acción que, independientemente de las motivaciones que haya podido tener el Papa Francisco, remueve viejos prejuicios étnicos y sociales que han lastrado la sociedad dominicana a lo largo de su historia. Esos prejuicios, los ha alimentado y manipulado esa derecha ideológica/política manera impúdica recurriendo a todos los medios, sobre todo al escrito.
Entre los muchos sacerdotes de la Iglesia Católica que han mantenido una insobornable defensa de miles de dominicanos de origen haitiano, amenazados de despojárseles de sus derechos de pertenecer legalmente al país que lo vio nacer, el nuevo arzobispo es el de mayor jerarquía. Es esa una de las razones del desazón de la derecha arriba referido; por eso, con la arrogancia y prepotencia que forma parte del ADN de ese sector, en un editorial de Diario Libre, uno de sus ideólogos dice que “… por su historial y desempeño, el arzobispo Ozoria tendrá que demostrar la bondad de sus intenciones, y de que el Papa no se equivocó al designarlo”.
La prepotencia de ese ideólogo le obnubila el juicio, al no reparar que si por algo le nombró el Papa Francisco fue precisamente por “su historial y desempeño” frente al tema migratorio (que lo enaltecen) y por sus posiciones frente a las privaciones en que viven tantos dominicanos excluidos y recluidos. No advierte que si Ozoria abandona su trayectoria para plegarse al ancestral racismo y clasismo de la derecha política- ideológica dominicana, sí estaría demostrándose que el Papa se equivocó en su designación. Ese ideólogo parece ignorar que este rechazó candidatos de perfiles más acordes con el gusto del conservadurismo católico y político dominicanos, prefiriendo al nuevo arzobispo por su particular talante, según quienes lo conocen personalmente.
En el referido periódico, otro ideólogo escribe que esperaría “…que las antiguas adhesiones (las posiciones de Ozoria) pesen más que las actuales obligaciones”, lo que cual podría interpretarse como un temor a que las “adhesiones”, del arzobispo (sus convicciones pastorales en defensa del perseguido, del oprimido), las mantenga en su nuevo puesto y “descuide sus obligaciones”, que para ese ideólogo no son otras que el sostenido apoyo a los poderosos y el mantenimiento del ancestral descuido de una labor pastoral a favor de los oprimidos en que ha discurrido la vida de la generalidad de los miembros de la alta jerarquía católica.
Otro motivo de desazón de la derecha por el nombramiento de Ozoria, son las condiciones sociales y étnicas de este. Colonización y evangelización son términos que se confundían en el siglo XVI; entre los avatares de la España del siglo XV, la cuestión religiosa también se intercambiaba o confundía con la cuestión racial’; moros y judíos eran vistos como enemigos del cristianismo, y por lo tanto enemigos de España, eran los “otros”, los impíos, los impuros: de creencia y de sangre, vale decir, de raza. Esa idea relativa a esas dos etnias, la judía y la mora, fue trasladada a América cuando de indios y de negros se trataba. Para muchos sectores eclesiales, estos no tenían “almas”, eran impuros de creencia, de raza y naturalmente, de sangre, iniciándose de ese modo en esta parte del mundo la difusión de las ideas racistas, a través de diversas cartas y Cedulas relativas a esas etnias y posteriormente a los mulatos, los llamados tintados, algo bien documentada por diversos historiadores serios dominicanos y de otras partes del mundo.
En la generalidad de los lugares donde se estableció la esclavitud no se pudo evitar el mulataje, tampoco el mestizaje y estos, obtuvieron el acceso a algunas prerrogativas y posibilidades de inserción en la sociedad, sobre todo los mulatos. Por eso, algunos mulatos en la época de la colonia aspiraron a formar parte del sacerdocio, sin embargo, en nombre de la pureza de sangre a estos se les prohibía el ingreso al sacerdocio, pero la “falta de candidatos blancos (para sacerdotes, C.P) obligó a la iglesia a permitir el ingreso de mulatos”, C.E. Deive. A negros; ni pensarlo. Solo en las últimas décadas es cuando comienza a verse negros oficiando misas en este país. .
Pero, como la historia nos reserva muchas ironías, en el contexto de la presente coyuntura que vive la Iglesia Católica, de la que no es ajena la dominicana, se produce la necesidad de elegir un dignatario de esa iglesia para el cargo de arzobispo, donde había candidatos no “tintados” y, contrario al deseo de la derecha, se impuso el derecho de Francisco Ozoria de ser arzobispo, que sí es tintado, que sí es mulato, que sí tiene ideas que se corresponden con la realidad estos tiempos.