Una vuelta por su sector es suficiente para toparse con un drink y conocer el fenómeno cultural que arropa a la ciudad de Santo Domingo y a muchos pueblos del interior.

Lo que en años anteriores cualquiera denominaba Liquor Store o tienda de bebidas, hoy ha pasado a llamarse Drink y ha traído consigo todo un sistema que sobrepasa la simple acción de comprar bebidas alcohólicas. Aquello de desmontarse en el supermercado o echar el fiao en el colmado de la esquina ha pasado a la historia junto con los dinosaurios y la televisión a blanco y negro.

Comprar un litro de whisky, de vodka o de cualquier otra bebida de su preferencia conlleva todo un rito tan asombroso como sencillo. Y es que sin ánimo de exagerar, los drinks están en casi todas las esquinas. No importa la clase social, la exclusividad del sector o la popularidad del barrio más caliente de la capital, tenga la seguridad de que va a encontrar un drink.

Dudo mucho que se lleve a cabo un estudio de mercadeo para ubicarlos; los he visto en medio de la miseria, en barrios sumidos en la pobreza, en calles estrechas donde con dificultad puede transitar un solo vehículo, puestos allí con sus irreverentes luces blancas y de neón, usualmente con fachada en cristal, con el estridente dembow a todo volumen y con el atractivo del aire acondicionado en buenas condiciones, lo que sumado a los tragos y el baile resulta para muchos una oferta difícil de rechazar.

La parte cosmopolita de la ciudad también los tiene a su estilo pero con la misma extensa oferta de licores de todos los precios, las bebidas de todos los colores y sabores, la cerveza fría, las bebidas energizantes, el hielo, los vasos, las picaderas y hasta la neverita desechable por si la bebedera se armó de repente. Hay que reconocer que los drinks se la han puesto fácil al bebedor.

Y es que más que una cultura, parecen ser una válvula de escape ante la difícil situación que atraviesa la sociedad dominicana. En un país con tradición política, donde todos somos expertos y opinamos de alta política, donde cualquier escenario se presta para expresar el descontento con el gobierno de turno y con los precios de la canasta básica, donde hasta el gomero le hace un análisis profundo de lo que pasa aquí y en el mundo, los tragos se pintan como el desahogo del que se faja a buscar lo del moro y sigue sin tener un chele para meterlo al banco.

Lo malo es cuando el alcohol se mezcla con el malhumor, las malas actitudes, la ignorancia y la falta de tolerancia. La fórmula da problemas y en muchas ocasiones tragedia. Son bien conocidos los enfrentamientos a tiros y las riñas que han terminado con la vida de gente que sale a la calle con la intención de disfrutar y no regresan a sus hogares.

También la parte no tan divertida de los que tienen por vecinos a estos negocios, que el tumulto, el movimiento de personas borrachas, la problemática de los parqueos, las peleas, en algunos casos los disparos y el ruido constante le hacen la vida amarga y miserable a cualquiera.

Lo cierto es que aun en medio de esta crisis, el dominicano siempre encuentra un buen motivo para celebrar. Los drinks han llegado a echarle una mano a la gente que busca zafarse de la realidad y que se permite el lujo de disfrutar un trago en buena y a veces no tan buena compañía. Y mientras sea con prudencia y con moderación…que siga la fiesta!!!