A Antonio Lluberes, S.J.
In memoriam
1 La crítica política de la religión es la crítica del más allá en nombre del más acá. La crítica política de la realidad es la crítica del más acá en nombre de ella misma.
2 La relación entre religión y modernidad siempre ha sido una relación compleja y contradictoria. Surgida con el mundo que nace a mediados del siglo XVIII, con el pensamiento ilustrado francés y alemán, apuntalada durante todo el siglo XIX, la modernidad es un proyecto emancipador de la sociedad que desplaza al predominio tradicional de la religión en el mundo secular.
3 Hay un doble elemento esencial en el pensamiento moderno: por un lado, la intención de separar la razón natural y la fe, desterrando la religión del mundo cultural y político; por el otro, el intento de acercar la filosofía a la ciencia. Considerada sierva de la teología durante toda la Edad Media, la filosofía se convierte en colaboradora de la ciencia en la Edad Moderna. Ella recibe el impulso de la nueva ciencia, de la ciencia moderna surgida en los siglos XVI y XVII, con Copérnico, Galileo y Newton.
4 El proyecto de la modernidad descansa sobre pilares fundamentales: el desarrollo de la ciencia, el pensamiento y la razón, el optimismo y la fe en el futuro, el progreso infinito, el avance del conocimiento hacia mejoras morales y sociales. La miseria y la opresión en el mundo se deben a la ignorancia, la incultura y la superstición. A través de la educación, de la “ilustración”, se podrá lograr el mejoramiento de la humanidad, se podrá solucionar a los grandes males de la sociedad. Pero primero habrá que educar a la gente y a los pueblos. Habrá que apostar por la pedagogía (el siglo XVIII es el siglo pedagógico por antonomasia). Se trata de un optimismo filosófico y cultural, fundado en una fuerte confianza en la autonomía de la razón humana. Surge así una visión optimista del progreso y de la historia encarnada en el pensamiento occidental.
5 La fe religiosa queda absorbida por una especie de razón natural -o digamos, de religión natural, no revelada. La religión oficial, la Iglesia cristiana en Occidente, con su largo poder temporal –unido al poder del rey y la nobleza-, pasa a ser vista como un vestigio de la premodernidad, un remanente a superar del antiguo régimen. Se inicia así el proceso de secularización de la vida social, política y cultural.
6 Las consecuencias de este proceso son vastas. Se produce la separación entre Estado e Iglesia. Frente a la religión oficial de Estado, se proclama el Estado no confesional, laico; frente a la cultura cristiana, la cultura laica y secular. En las naciones europeas política y culturalmente más avanzadas se empieza a concebir la religión como asunto privado del ciudadano, del “burgués”. Junta a otras libertades, la constitución laica consagra la libertad religiosa, la libertad de culto garantizada por el Estado -que es, en esencia, libertad en lo religioso. Se consagra el principio de tolerancia religiosa: la convivencia pacífica de religiones e iglesias, el respeto a la diversidad de credos religiosos y políticos, incluso a la diversidad cultural. La religión institucional, permitida en las nuevas naciones europeas, se ve cada vez más restringida y desplazada en su poder temporal por el empuje arrollador de la modernidad y sus efectos perturbadores.
7 ¿La reacción clerical? Abanderarse a la antimodernidad. La cristiandad europea se hace radicalmente antimoderna. El cristianismo oficial condena la modernidad como anticristiana, hija de Satán. En lugar de modernizar la cristiandad, lo que se pretende es cristianizar la modernidad. (Hoy se diría “evangelizar”).
8 Pero la idea de progreso se convirtió en creencia en el progreso y acabó en superstición. En el curso de los siglos venideros, dentro y fuera de Occidente, en la periferia occidental (“tercermundista”), en Oriente y sobre todo en el mundo árabe y musulmán, la modernidad, deseada o impuesta, guiada por la idea de progreso, introdujo cambios profundos y traumáticos en todos los órdenes de la sociedad. Se legitimó no sólo como futuro luminoso y radiante de la humanidad. sino también como valor en sí mismo. Y ese valor hecho realidad sacudió todos los valores de las sociedades tradicionales. Entonces se hizo necesaria la crítica del más allá.
9 Y mientras esa crítica no cesa un solo momento, aún se escucha el suspiro de la criatura agobiada, el latir del corazón de un mundo sin corazón.