Todas las proyecciones qua hacen los economistas y organismos internacionales apuntan a un crecimiento positivo de la economía en el 2021. Y es natural que así sea, por un simple efecto rebote, como cuando una pelota cae al suelo, que vuelve a subir. Pero ese movimiento por pura inercia no es suficiente para volver al nivel anterior. Para ello se necesita una nueva fuerza, como en física.
Volver a la dinámica económica podría tomar más tiempo, ya hay organismos previendo que hasta 2023 no se alcanzará el producto anterior a la crisis. En América Latina podría tomarse hasta un decenio, aunque en el caso de la RD sería más rápido.
Hace meses decíamos que esta crisis es diferente a las anteriores, pues no es una crisis de oferta ni de demanda ni financiera, sino todo a la vez, lo que hace más complejo el trabajo de los economistas para superarla.
Por el lado de la oferta, la primera condición depende más de los médicos que de los economistas, que es la vacuna y eso ya lo tenemos. Lamentablemente, su aplicación se ha revelado como un proceso lento en los países desarrollados, y más lento va a ser en los nuestros. Pero cuando cubra una porción grande de la población, habrá eliminado el factor de crisis económica por el lado de la oferta, pues ya no habrá cierre ni desabastecimiento por miedo a trabajar, producir y distribuir como antes.
Por el lado de la demanda, aquí entrarán en juego dos elementos: los patrones de consumo de la población y la gran deuda heredada, tanto por los gobiernos como por los hogares. El gráfico que ilustra este artículo muestra la canasta promedio de consumo de los hogares dominicanos en el 2018.
Como se aprecia, el promedio del país era de 33,844 pesos al mes. En realidad, es un poco mayor, porque en los datos del Banco Central no se incluye el alquiler imputado, es decir, el autoconsumo (o donación recibida) de aquellos hogares que no pagan alquiler. También se ve que el componente principal es la compra de alimentos y bebidas, con casi una cuarta parte de la canasta, y sería más si se considera que el componente “hoteles, restaurantes y recreación” incluye alimentos adquiridos en múltiples establecimientos de comida preparada.
Se destacan también la gran ponderación del gasto en transporte (14.8%), que en la RD es incomprensiblemente costoso, el de vivienda y los servicios del hogar (12%), así como el de salud (7.7%).
Prometemos para otra entrega mostrar cómo esto ha venido cambiando en el tiempo, pero ahora nos concentramos en sus implicaciones para la recuperación de la economía tras esta crisis. Esta canasta es diferente para cada hogar, pues varía por niveles de ingreso, tamaño familiar, zona o región en que se vive, y hasta por las costumbres de las familias.
Lo que mostramos en el gráfico es un promedio de todos los hogares dominicanos al momento de la última encuesta de presupuestos familiares, y esto en general cambia poco en tiempos normales, excepto que su precio sube con la inflación. Y cada país del mundo tiene su propia canasta.
Pero la cosa es distinta cuando los tiempos dejan de ser “normales”, como ahora. Y si cambia abruptamente se produce un estremecimiento de la economía, pues la estructura productiva, el empleo, el comercio, la tributación, las importaciones, etc. se habían acomodado a esa canasta. Negocios grandes, pequeños y micros nacieron y florecieron para dar respuesta a la canasta nacional y a las de otros países.
Muchos de esos negocios se han visto afectados, y hasta pueden desaparecer, limitando la velocidad de la recuperación. Es cierto que otros van a nacer y florecer, pero no con la misma celeridad. El 2020 ha enseñado a infinidad de gente que puede vivir sin muchas cosas cuya posesión o consumo antes daba como algo natural. La canasta podría no ser la misma. Todo ello debe ser considerado para proyectar las políticas de recuperación económica por el lado de la demanda; en este caso, del consumo privado.
Dichas políticas también encontrarán un problema por el lado del gasto público (de consumo y de inversión). Y es que los gobiernos de todo el mundo van a terminar mucho más endeudados. El COVID no les ha dejado otro remedio. Pero eso va a constituir un limitante para la aplicación de políticas fiscales expansivas, cosa fundamental para superar la crisis, pues los gobiernos, incluyendo el dominicano, se verán tentados (cuando no obligados) a cobrar más impuestos y controlar sus gastos para conjurar sus déficits y hacer frente al servicio de sus deudas.