El deterioro progresivo del medio ambiente dominicano no es un tema agotado. Si así pareciera, habría que retomarlo con urgencia en nombre de los ciudadanos de miles de comunidades que a diario levantan su voz de denuncia que nadie escucha. Una mezcla de indiferencia, de falta de solidaridad e impunidad solapada acallan sus gritos.
La situación se torna más desoladora y preocupante en la medida que se acrecientan los problemas ambientales y las instituciones gubernamentales, políticas y sociales que deben afrontarlos se han quedado atrás.
Ante esta alarmante realidad, instituciones nacionales e internacionales y los ciudadanos comprometidos con la defensa del medio ambiente se han dado cuenta de que no pueden recurrir solamente a métodos económicos y judiciales, sino que se hace necesario emprender una acción moral práctica para modificar valores, actitudes y comportamientos de individuos y grupos con relación a su medio ambiente.
La ética ambiental constituye un medio importante para transmitir esos valores, modificar comportamientos, cambiar actitudes y desarrollar el compromiso con el medio ambiente. La tarea práctica de la ética ambiental consiste en crear una sociedad ecológicamente responsable. Su objetivo radica en brindar una justificación ética y una motivación moral para proteger el medio ambiente.
Sólo cuando hayamos establecido una relación moral con el medio ambiente podremos amarlo, respetarlo y asumir la responsabilidad de cuidarlo y protegerlo como un hogar común. Al decir del ecólogo norteamericano Aldo Leopold “podemos ser éticos sólo en relación con algo que podemos ver, sentir, entender, amar o en lo que podemos tener fe”.
La ética ambiental no es sólo un discurso, exige que reflexionemos y actuemos. Exige una conciencia moral nueva y profunda sobre el medio ambiente. La tierra es nuestro hogar y está en crisis, por esto, debemos cumplir con el deber de cuidarla y protegerla.
La crítica ética debe concentrarse en las instituciones reguladoras, de investigación y las responsables de la toma de decisiones y de los derechos de propiedad. Aquí por lo visto no se puede dejar que éstas “trabajen a su ritmo”, se les debe someter a la presión y movilización de los ciudadanos.
Sería recomendable realizar una campaña nacional de Educación Moral Ambiental que se proponga: a) Crear conciencia y sensibilidad acerca del medio ambiente y los retos ambientales; b) Construir conocimientos y comprensión del medio ambiente, los problemas y desafíos ambientales; c) desarrollar actitudes de interés hacia el medio ambiente y una motivación para mantener o mejorar la calidad ambiental; d) proporcionar técnicas para identificar problemas ambientales locales y nacionales y contribuir a resolverlos; e) estimular la participación de los ciudadanos y colectivos en la solución de los problemas ambientales de su entorno.
Pero no limitemos la educación moral ambiental a la escuela. Llevémosla a los grupos comunitarios, a los funcionarios públicos, a los legisladores, a los comunicadores, a las alcaldías, a las empresas e industrias y a los ciudadanos en general para garantizar un medio ambiente sano y sostenible para las generaciones presentes y futuras y para lograr una participación activa de la población en la toma de decisiones y políticas medioambientales.
Al mismo tiempo que se educa se debe exigir al gobierno nacional y a los gobiernos locales una justicia ambiental que reclame y defienda el derecho a un uso ético, equilibrado y responsable de la tierra y sus recursos renovables a favor de un ambiente habitable para los humanos y otros seres vivos mediante el establecimiento de políticas ecológicas rurales y urbanas para limpiar y reconstruir nuestras ciudades y áreas rurales en equilibrio con la naturaleza.
Convirtamos en “veedores” y “defensores” del medio ambiente dominicano a las juntas de vecinos, a los ayuntamientos, a las iglesias, a los millones de estudiantes de todas las edades y niveles, a los pequeños, medianos y grandes empresarios; a las universidades, a los periodistas, a los maestros, a los campesinos y obreros, a los legisladores y a todos los ciudadanos de las comunidades rurales y urbanas. Entonces, los enemigos, “grandes” y “pequeños”, del medio ambiente no podrán poner resistencia a la fuerza del poder moral de tantos ciudadanos comprometidos e insobornables.