El anuncio de la Convención del Partido Revolucionario Moderno -PRM-, decisión demandada y noticia esperada por la inmensa mayoría de la militancia perremeísta, llegó como buena música al oído no sólo de esta, sino también al de diversos sectores de la sociedad dominicana que, urgidos de una expedita vía para canalizar sus deseos de cambio, observan atentos los pasos y la coherencia de la principal fuerza de oposición.
Lo que en esta ocasión declaro lo he compartido y reiterado reiteradamente con mis compañeros de la Dirección Ejecutiva y otras instancias tanto de la institucionalidad partidaria como del equipo político Luis Abinader Presidente, que coordino; incluso, varias resoluciones orgánicas originadas en estas ideas reposan en las actas de la organización.
Soy abanderado firme y promotor decidido de la renovación en el PRM por medio de la convención, a partir del voto directo y secreto de la militancia inscrita en el Programa de Registro de Militantes -PREMIL-, fuente por excelencia para la legitimación del liderazgo orgánico a todos los niveles y en todas las áreas. A cada militante le asiste por igual el derecho de aspirar a cargos dirigenciales, y asimismo, todo el que desee buscarlo debe someterse al escrutinio de la gente, sin repartos y sin dedos.
La renovación de los estamentos de dirección del PRM, mediante el voto directo y secreto del padrón de militantes, además de ser el único proceder armónico con el estatuto partidario, constituye un ejercicio de ética, desde el punto de vista de la responsabilidad del liderazgo en la toma de decisiones, pues ninguna fórmula se vestiría de legitimidad si no se edifica sobre el voto de las bases.
No hay que darle vueltas a la noria, está muy claro que, con seriedad y aplomo, poniendo un poco a un lado los personalismos y falsos protagonismos individualistas, el PRM puede realizar una convención libérrima y transparente, unitaria y sin traumas, de la cual resulte un partido más fuerte, creíble, respetado y mejor conectado, edificando una marca poderosa que lo catapulte como el instrumento idóneo para el cambio democrático que el país requiere.
Propugno por un honesto ejercicio de conciencia colectiva entre los actores del primer nivel del partido, para que entendamos la trascendencia histórica del contexto en el cual nos corresponde actuar, y nos atrevamos a soñar, pensar y actuar colectivamente, con espíritu de cuerpo y aferrados a lo que nos es común: La construcción de una opción de poder creíble y sólida, para cambiar el modelo de la corporación PLD por uno eficiente, justo y ético.
Especialmente encarecido es nuestro llamado a todos mis entrañables compañeros, especialmente a los dirigentes nacionales, para que hagamos opción por la democracia y nos atrevamos a renunciar a la vía del dedo, el reparto, la imposición dura o blanda, prácticas que ya no compra el mundo presente. Es el momento de las bases y a ellas debemos remitirnos todos sin excepción.
No ignoro la prevalencia en la cultura política dominicana de una especie de temor a la competencia, de lo cual no están exentas nuestras filas, pero ella -la competencia- no tiene que ser negativa; al contrario, se espera que sea positiva siempre que se fundamente en normas claras y se dirima en procesos justos y transparentes.
Es deber de cada uno aportar nuestro mejor esfuerzo por el éxito final del PREMIL, haciendo de su culminación un trofeo colectivo al derrotar la cháchara de que los partidos no están en capacidad de construir su propio padrón. Apoyemos la Comisión Nacional Organizadora -CNO-, sembremos esperanza y temple en nuestras bases y, con la alforja de la democracia al hombro, marchemos en firme hacia la convención del 18 de febrero, y que la gente decida!