“El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos, que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”. (Bertolt Brecht).
Pena, dolor, un escozor sobrecogedor nos acosa, donde la reflexividad se hace tenue para poder realizar una reconstrucción de la política en la sociedad dominicana. Una reconceptualización de esa importante ciencia que tiene que ver con el poder y sus relaciones, se nos hace tan difícil mirando el pragmatismo tan salvaje que realizan los actores políticos. Si abordamos la Política desde la democracia, entonces, Terencio es una falacia. Porque para los dirigentes políticos, sobre todo, la elite que gobierna, la democracia no existe con sus reglas, límites y valores.
Tenemos democracia sin demócratas, sin cuantificar y cualificar la calidad de la misma y sus características. Es por ello que Latinobarómetro en su último Estudio nos dice que la percepción hacia la democracia disminuyó de un año (2017-2018) 10 puntos en su valoración y con respecto a la mejor evaluación que nos han asignado (73 en el 2008), nos hemos deslizado negativamente en 29 puntos.
Realmente, el panorama político y con ello, la confianza en las instituciones que tienen que ver con el Estado social democrático de Derecho es espantoso, degradante, espeluznante, desgarrador para un auténtico demócrata que aspira a una sociedad más decente e inclusiva. Partidos políticos con una valoración de 14; Congreso (20); Justicia (21) según Latinobarómetro. La Confianza Interpersonal (14), lo que nos señala desde el punto de vista sociológico los niveles de Integración social y con ello, cómo la cohesión social se diluye cada día más, imposibilitando los grados de solidaridad, de cooperación y de la creación de proyectos colectivos.
Es lo que nos viene diciendo esa importante organización global, la más acreditada en materia de corrupción en el mundo: Transparencia Internacional, quien desde el 2001 nos viene evaluando anualmente como país. Veamos el cuadro que nos señala los diferentes años, con sus puntuaciones, cantidad de países evaluados cada año, así como la posición de nuestra sociedad.
Como vimos en el cuadro, hemos tenido una rampante corrupción a lo largo de estos 18 años, en que nos han auscultado. ¿Qué de trascendente guarda esta evaluación última para los que anhelamos más y mejor democracia? Que Transparencia Internacional correlaciona la problemática de la corrupción con la debilidad institucional, con la fuerte falencia del rol de las instituciones y con los niveles del Estado de Derecho, en una sociedad determinada.
Lo que destaca, al mismo tiempo es cómo crea un puente, una relación entre democracia y corrupción, creándonos un modelo o diferentes dimensiones de los países con respecto a menos corrupción, más democracia y añadiríamos menos conflictos sociales y mayor cohesión social. Transparencia Internacional nos dice: Que allí donde los países obtuvieron un promedio de 75, se sitúan en democracias plenas. Los que alcanza un promedio de 49 en corrupción son países con democracias defectuosas; los que alcanzaron un promedio de 35 en corrupción son países con regímenes híbridos, con muestras de tendencias autoritarias. Finalmente, la última dimensión, son los países colocados en el cuadrante de 30 puntos promedio en materia de corrupción: son los denominados autocráticos.
Los países con un ranking promedio de 30 y tipificado autocrático se caracterizan por una democracia, allí donde existen, meramente formal. El peso del presidencialismo se impone y sobrepone a todo lo normativo, a las leyes, a la Constitución. El personalismo sustituye el imperio de la ley y éstas se subordinan a los intereses del poder político de turno. ¡Mantienen el mismo libreto desde la política aunque la sociedad sea otra en todos los sentidos. Lo peor , que una gran parte de los actores políticos se lo permitan! Esos datos de Transparencia nos dicen como andamos como sociedad y como nuestra democracia famélica se puede desbordar en la perspectiva de tendencia.
Es la cloaca que vemos donde un convicto confeso, preso 10 años en los Estados Unidos por narcotráfico (crimen de lesa humanidad), dicta y traza agenda del panorama político de ayer y de hoy. Nos ponen en atención de qué tipo de sociedad tenemos y qué actores políticos de los últimos 20 años nos hemos dado y no queremos superar. Lo que nos dice es que ameritamos de nuevos actores, para un escenario más decente, donde la política sea para servir a través de políticas públicas consecuentes y creíbles.
Estamos, al decir verdad y en esencia, frente a un Estado de crisis, que como señalan Zygmunt Bauman y Carlo Bordoni “El pacto entre poder y política, esa condición sine qua non de la acción efectiva y del cambio guiado por la voluntad colectiva, se ha disuelto en la práctica y ha dado lugar a un poder liberado de todo control político salvo el más rudimentario, y a una política aquejada de un permanente y creciente déficit de poder”. Ese déficit de poder estriba en la ausencia del poder institucionalizado, del equilibrio de los poderes y sus ejercicios, y, con ello, de la degradación sin límites de actores políticos, que en función de sus intereses inmediatos, no cubren ni bosquejan el trillo formal de la decencia con contenido.
Una parte activa, significativa de la elite política se ha constituido en una verdadera cloaca política, donde los signos luminosos no se encuentran y lo ominoso es la mezcla y conjunción del patibulario pérfido ¡Una democracia así se desliza cada vez más, como una democracia de muy baja intensidad, donde la plutocracia es el cuerpo entero de su razón de ser!