La democracia no puede vivir sin la verdad. La democracia se suicida si se deja invadir por la mentira. Y esta invasión ya está sembrada en la democracia dominicana. La democracia dominicana ha sido llevada al mercado de pulgas. Ha sido adulterada por muchos que dicen ser sus más genuinos defensores. Tristemente,  la democracia dominicana ha caído en manos de charlatanes.

Convertir la democracia en blanco del charlatanismo no resulta  simple  folclórico o cotidiano, sino más bien trágico y preocupante porque lleva a la banalización, la depravación y la degradación de la política,  la justicia,  la economía, lo académico y la  cultura.

La seriedad de las consecuencias nos lleva a hablar en serio de la charlatanería y de los charlatanes. En términos generales, no se tiene una idea clara de lo que es la charlatanería, por qué es tan común o para qué sirve. Pero nadie puede afirmar que no está entre nosotros.

Harry Frankfurt, uno de los filósofos éticos más prestigiosos de nuestra época, en su obra “Sobre la Charlatanería (on bullshit)” nos ofrece una sólida reflexión sobre este tema. Comienza declarando que la charlatanería, por más inofensiva que parezca es más perniciosa que la mentira. ¡Ya esto es mucho decir!

A un mentiroso –dirá- se le puede descubrir, pero el charlatán no está del lado de la verdad ni del lado de lo falso. No le importa si las cosas que dice son verdades o mentiras, simplemente se limita a extraerlas de cualquier lugar o a manipularlas con el propósito de que se adapten a sus intereses, siendo totalmente indiferente al bien común. Siendo así, podemos llegar  a la conclusión  que la charlatanería en nuestro país es también una profesión, aunque algunos la ejercen clandestinamente y sin exequatur.

En la búsqueda del origen de la palabra, el autor la hace equivalente al concepto “bullshit”  del inglés y propone una serie de sinónimos entre ellos: “disparate”, “chorrada”, “patraña”, “fantasmada”, “impostura”, “cháchara”  y otros. Resumiendo el concepto de la misma llega a considerarla como la “tergiversación engañosa próxima a la mentira, especialmente mediante palabras o acciones pretensiosas, de las ideas, los sentimientos o las actitudes de alguien”. Por lo visto, aquí abundan los especialistas en cháchara.

La aclaración nos resultará útil para identificar a los charlatanes de nuestro entorno y para hacer  una  lista de los mismos en los distintos campos. Desenmascararlos, enfrentarlos, ridiculizarlos y cambiar de canal o no leerlos ni escucharlos cuando “actúan”, dejarlos que se “muerdan la cola”, es lo que sigue.

¿Cuáles son los escenarios más propicios para ejerzan los charlatanes? El autor sostiene: “los campos de la publicidad y las relaciones públicas, así como el de la política, hoy día relacionado con los anteriores, están repletos de ejemplos de charlatanería tan descarados que pueden servir como algunos de los paradigmas más clásicos e indiscutibles del concepto de charlatanería”. Y yo agrego: también los hay en el gobierno y en muchas instituciones públicas, sin excluir del pecado a otros muchos del sector privado.

En estos campos –afirma el autor- hay artesanos extremadamente diestros que, con ayuda de avanzadas y exigentes técnicas de estudios de mercado, encuestas de opinión y otros tipos de informaciones “documentadas” se dedican sin descanso a lograr que cada una de las palabras e imágenes que producen parezcan verdaderas. Pero también hay artistas de la charlatanería. El atuendo, el cargo, el lujo la fanfarronería, el oportunismo, la corrupción y la despersonalización ayudan en la “especialización”.

El charlatán crea falsificaciones, busca engañar sobre sus propósitos.  Es insidioso y disfruta  su irresponsabilidad  y el fastidio a los demás. Su discurso es vacío, sin sustancia ni  contenido. El rasgo de sí mismo que oculta el charlatán es que la verdad  no tiene importancia para él. Pareciera que la charlatanería resultara inevitable siempre que las circunstancias exijan de alguien que hable sin saber de qué está hablando. Están investidos de una docta ignorancia.

Porque la charlatanería es peor que la mentira y para que nuestra democracia no sea asesinada ni pervertida por mentirosos y charlatanes, hagámosle sentir que los conocemos y que no estamos de su lado. Cuando los ignoremos no les quedará otro camino que escucharse entre ellos mismos.