Desde tiempos inmemoriales hemos conocido de las ideas y opiniones de reyes, religiosos y políticos, intelectuales etc., por misivas enviadas a sus condiscípulos,  amigos, colegas, maestros y familiares. Las cartas son y han sido tomadas por historiadores, antropólogos, sociólogos y escritores, como  referentes por excelencia, a la hora de abordar un tema sobre alguien en particular, como forma expedita de comprobación de la verdad.

La de Geanilda, por el contrario, es una muestra inequívoca del temor que invade a un ser que se encuentra en una encrucijada, ya que el proceso de selección interna que se avecina en el PRM, le ha jugado una ficha que cambia drásticamente las reglas del juego.  En su epístola, fechada 18 de diciembre del 2017, menciona con nombres y apellidos a  aquellos condiscípulos, cuya  trayectoria, a su juicio, los ha colocado siempre al frente de los más nobles intereses de la democracia y actuando con total apego a los principios enarbolados por el extinto líder José Francisco Peña Gómez.

Pudo haber en el mensaje un poco de muchas cosas: miedo, previsión del daño inminente, desconfianza en sí misma y los que les ha prestado respaldo. Tal vez: debilidad, inseguridad de su liderazgo y un largo etcétera, que no cabría en esta humilde opinión. La remitente hace planteamientos que visto desde su lógica, resultarían sensatos, a no ser  que el apoyo que esos líderes les refrendan a Jesús Feris Iglesias; hubiera sido en su favor.

El comunicado, en cuyos párrafos abunda el elogio y reconocimiento; tiene como único objetivo, la petición sutil de que esos (Viejos Robles) eufemismo que se utiliza desde el otrora PRD, para echar a un lado de la competición a dirigentes de larga data; deben mantener su condición de – veedores de los sanos intereses de nuestra democracia-. Pedimento osado, con el que la emisora pretende, inhibir del proceso a hombres y mujeres que han sabido jugarse el pellejo en los momentos y eventos más emblemáticos de nuestra accidentada historia.

La alta dirigente perremeísta, pese a que muchos opinen lo contrario; había logrado con esfuerzo propio y sin el respaldo de las dos tendencias que controlan casi la totalidad de los afiliados en PRM, trillar un camino difícil en un partido, donde la independencia le cuesta el ascenso político al más noble de los dirigentes. Independencia, que sin lugar a dudas, es el principal escoyo para lograr la nominación a la que aspira en esa formación política.

Geanilda no previó que el merito y la fama ganada por esos a los que ella describe como – reserva ética y compromisarios con las enseñanzas de Peña Gómez-. Son el fruto de un conjunto de decisiones y acciones políticas, sociales e intelectuales, tomadas en franca obediencia al llamado innegable de su conciencia.

La encomienda que sutilmente les hace, con la sana intención de equilibrar la balanza en un proceso en el que siempre tuvo grandes desventajas, por aquello de no estar ni en un lado, ni en el otro. Revive la misión más importante de un líder que comprende el legado que debe heredar a sus discípulos al decirles que: –Este momento requiere de su esfuerzo en propiciar la próxima Convención Nacional Ordinaria los compañeros Dirigentes y Militantes escojan con sus votos la nueva Dirección de nuestro Partido-.

Solicitud que pone sobre el tapete los temores a ser menospreciada por dirigentes que han tardado reconocer la valentía de una mujer de condiciones políticas sobradas, defensora a carta cabal de las ideas que pregona, y que ha tenido, entre otras cosas; determinación y entrega en su proyecto. Y aun así, le ha sobrado valor para lanzar con el último aliento, un clamor que de haber sido escrito por Carlos Cuauhtémoc Sánchez, se habría titulado: –Un grito desesperado-.