¿Cómo y para quién trabajan los diputados?  ¿Para ellos mismos? ¿Para su partido? ¿Para los ciudadanos? ¿Para la reelección? ¿El trabajo que realizan, aquí y ahora, realmente contribuye al fortalecimiento de la democracia? Generemos más preguntas sobre el trabajo  de los diputados y exijamos las respuestas. ¡Ellos tienen el deber rendir cuenta a los ciudadanos!

En el  informe de la Cámara de Diputados correspondiente al periodo 2018-2019 se dice que  fueron aprobadas 82 leyes. La cifra resulta poco impactante cuando vemos que hay una necesidad de buenas leyes para resolver problemas que afectan sensiblemente al país y que esta institución cuenta con una matrícula de 190 diputados, que de haber presentado  uno o dos proyectos de ley en ese periodo,  que resultaran además realmente beneficiosas para los ciudadanos, imprimirían otro  carácter  a  la labor de los diputados. ¡No basta con asistir y levantar la mano!

La  proporción  de logros de los diputados puede considerarse baja cuando se comparan con los presupuestos de este periodo, siendo que en el 2018 el presupuesto  de dicha cámara fue de RD$3, 443,976.00 y que en el 2019  experimentó un aumento considerable, resultando ser de RD$4,746,457,177.00, y conociendo además la inversión en la exquisitez, privilegios y la “buena vida” de que disfrutan los diputados, obviamente pagados con los dineros del pueblo.

Los logros se consideran escasos cuando no se hace lo que se debe hacer. Lo que debe hacer un diputado está expresado en  la Misión y Visión  de la Cámara de Diputados. Misión: “Representar al pueblo dominicano y legislar a su favor, para el desarrollo y consolidación del Estado social y democrático de derecho, así como fortalecer las atribuciones constitucionales de controlar y fiscalizar los demás poderes del Estado”.

Visión: “Ser el organismo de representación, legislación y fiscalización efectiva, dinámica y proactiva, que vela por los intereses y aspiraciones del pueblo dominicano, mediante el ejercicio constitucional de sus funciones y la actuación ejemplar de sus miembros”.

En virtud de que en ambas cosas los diputados sacan malas notas,  de que nada de esto sucede, se puede decir sin miedo a equivocarse que los diputados están cobrando por un trabajo que no hacen,  porque no quieren o no saben hacerlo. Y si fueran tan osados  como para  decir  que si cumplen,  entonces incurrirían en mentira, engaño,  o “tomadura de pelo”.

No resulta exagerado ni ofensivo decir que la Cámara de Diputados es una “clase ociosa” en el sentido  que lo expone  en su libro La Teoría de la Clase Ociosa, el agudo y polémico economista y crítico social, Thorstein Veblen (1857-1929), cuyo título original – The Theory of the Leisure Class [1899], quien sostiene que  el proceso ocioso; “el ocio ostensible”  se alimenta de la necesidad de tener y exhibir  riqueza y poder para beneficio personal.  

Según Veblen, la “clase ociosa”, procura sobresalir y ayudar a otros  en virtud de actitudes egoístas. La clase ociosa puede mantener un alto nivel de vida sin necesidad de ejercer ninguna actividad productiva.

Es por eso que la clase ociosa en los tiempos modernos –la clase política– busca de cualquier manera mantener su estatus de superioridad de cualquier manera, sin ninguna moral, para ellos la moral es un mito.

Y si los diputados  desconocieran la “descripción de su puesto”, se la recordamos. Los diputados son los encargados de escuchar y recoger las necesidades de los ciudadanos, para luego llevarlas al centro de la vida pública, donde se deben de tomar decisiones a favor  de la  comunidad. Entonces un diputado se vuelve un amplificador de la voz de la gente.

Valen también los atributos de un Diputado presentados por José Martí: “Hombre encargado por el pueblo para que estudie su situación, para que examine sus males, para que los remedie en cuanto pueda, para que esté siempre imaginando la manera de remediarlos. La silla curul es la misión: no es la recompensa de un talento inútil, no es el premio de una elocuencia incipiente, no es la satisfacción de una soberbia prematura”.

“Los privilegios mueren en todas partes, y mueren para alcanzar una diputación. No es que las curules se deban de derecho a los inteligentes: es que el pueblo las da a quien se ocupa de él y le hace bien”.

“El talento es respetable cuando es productivo: no debe ser nunca esperanza única de los que aspiran a altos puestos. Diputado es imagen del pueblo: óbrese para él, estúdiese, propáguese, remédiese, muéstrese afecto vivo, sea el afecto verdad. El talento no es una reminiscencia del feudalismo: tiene el deber de hacer práctica la libertad”.

La democracia dominicana demanda que los diputados  -y Senadores- dejen de ser una “clase ociosa” y se conviertan en la voz de los ciudadanos. Entre otras cosas porque es el pueblo quien los paga. Ahora en tiempos de campañas electorales separemos la “paja del trigo”. ¡Identifiquemos a los diputados -y senadores- ociosos, vagos, ostentosos, engreídos, demagogos y reeleccionistas- y no votemos por ellos!