Solamente hay que ver las páginas de los periódicos para darnos cuenta de la trivialización de la política, de la manera superficial e insustancial con que se abordan problemas cardinales de la sociedad dominicana; que, cual esperpento en la realidad, niegan lo que es la política “es el arte de compartir los espacios públicos”. Es la manera de cómo llegar al poder para diseñar políticas públicas que igualen a los ciudadanos en los territorios.

Es tan baladí e insignificante con que muchos actores políticos ven la política y la validez de una gobernanza democrática, que a veces nos ponemos las manos en los ojos para ver si estamos despierto, para negar lo que vemos, porque, sencillamente, nos negamos a creer que seres humanos, no monstruos, dibujan el escenario de manera tan nimia. Veamos: Ignacio Ditren, Miembro del Comité Central del PLD con respecto a las auditorías de la Cámara de Cuentas a los ayuntamientos dijo que “no es tan grave el problema del manejo de los fondos de los ayuntamientos, que lo que hay es más un mal manejo comunicacional al momento de hacer las declaraciones a la prensa”.

Continuó el Exdirector de la OMSA “La Cámara de Cuentas hace un flaco servicio a la democracia y al Estado magnificando la política de escándalo con los informes de las auditorías que les practica a los ayuntamientos. Los auditores de la Cámara de Cuentas tienen una mentalidad de persecución, no de corrección o solución a los problemas”. Ditren no niega la verdad de los hallazgos de las auditorías. Cree en su visión de la política como espectáculo, que el mal no está en los hechos mismos, en lo que hacen los alcaldes, al desconocer, inobservar los mecanismos y procedimientos de una sana gestión; donde el dispendio, la incoherencia y la corrupción no tengan cabida.

La banalización es tal, que los auditores son los culpables. Es la sociedad del simulacro que nos caracteriza, al ver lo que dijo el Vocero de la Presidencia “En el fin de semana se ha computado un solo niño muerto, de dos meses. Esto confirma que con mayor atención médica y mejor gestión es posible evitar muertos”. A veces es mejor el silencio, sobre todo, si se tiene un poco de sensibilidad y de respeto a los padres de esos niños muertos; producido por un sistema de salud y por una clase política que desprecia a los pobres y solo los usa como carnada electoral.

El Poder Ejecutivo viola olímpicamente la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo que en el Indicador 2.33 GASTO PÚBLICO EN SALUD COMO 5 DEL PIB, para el 2015 debe ser de 2.8. Sin embargo es menor y de los RD$60,949 millones de pesos consignados, un 26%, esto es, RD$15,879 millones están subordinados a préstamos y donaciones que a menudo no llegan.

Lo baladí del espectáculo iconoclasta, lo alcanza el Presidente de la Cámara de Diputados cuando anuncia la decisión de eliminar el cofrecito de los diputados y enviar ese dinero a los hospitales. Nuestra sociedad está tan enferma, tan esclerotizada, que para ella cualquier cosa es buena, es mejor que nada. ¡Celebran esa inescrutable decisión! Es más que necesaria, impostergable; empero, no suficiente. El cofrecito son RD$114 millones al año, de RD$665 millones que los Diputados tienen asignados para el clientelismo más abyecto: Habichuelas con dulces; día de las madres, navidades con sus  canastas; etc., etc. No desaparecerán.

Lo más triste, grave y espezlunante es que el Robert Reid apenas tiene consignados RD$7 millones de pesos mensuales y ni esos llegan. En una sociedad invertida, con fuerte preeminencia de la hipocresía social, de la fabulación, de la falsía y de las poses, con el más entristecido dejo de anomia social, las prioridades no cuentan y la ciudadanía no constituye el norte de las políticas públicas.

La bacanería y la babada es el horizonte de su dibujo vital, que se expresa en la mera ostentación del poder. De un poder por la riqueza misma en la antorcha prendida de manera sempiterna de la acumulación originaria de capital. La política es redibujar la justicia, la libertad y la construcción de una gestión del presente halagüeña y de un futuro que se conduzca de manera cierta y sin exclusión.

La gobernabilidad democrática es la antítesis de la banalización de la política. La gobernabilidad exige de un liderazgo de más calidad humana, de más responsabilidad y compromiso, donde sea más catalizador. Allí, donde la política no sea la polisemia del relativismo de los egos, en la carrera de la simulación, el cinismo y el desparpajo.

La eclosión ha de ser de un liderazgo que sinergice la gobernabilidad democrática. El liderazgo, como señala la Society for Organizational (SOL) se refiere “a la capacidad de la comunidad humana para conformar su destino y engendrar la realidad de acuerdo con sus aspiraciones más profundas”. No hablamos de líder, que es una posición; sino de liderazgo, que es proceso, contenido, compromiso y proyecto.

La pereza cuasi vital que nos hemos  dado como sociedad, nos ancla y nos hace perder en la conjugación de los verbos y sus tiempos; en un engaño donde pretendemos retrotraer el pasado al presente y el futuro, su vacua reproducción, sin el aliento ni el sentido de la historia.

La banalización de la política solo desaparecerá con la resistencia y la voluntad en la construcción de un futuro con mejor gobernanza democrática, que es propiciar el Capital Institucional y la Calidad Regulatoria del Estado. Como decía Jean Paúl Sartre “El hombre se hace; no está hecho desde un principio, se hace al elegir su moral y la presión de la circunstancia es tal que no puede no elegir una”. Es la encrucijada del signo del desafío de este tiempo.