Ante la apatía que invade a la mayoría de los dominicanos, realizar con éxito y absoluta tranquilidad una convención con unos dos millones de electores inscritos, donde votaron unos 300 mil, es realmente sorprendente. Prácticamente sin dinero, escasa organización, una campaña reducida a su mínima expresión y con muy poco tiempo para preparar un proceso tan complejo, EL PRM logró lo que muchos no pensaban: sacar de sus casas a una cantidad considerable de electores para que fueran a las urnas.
En las convenciones internas de todos los partidos, incluyendo el PLD que gasta grandes fortunas en esas campañas, usando mayormente dinero del erario público, las votaciones alcanzan apenas entre 13% y 15% de los inscritos. Por eso el número de votantes del PRM estuvo muy encima de lo normal, dada las limitaciones mencionadas.
Además, a esa apatía hay que sumarle el hecho de que una semana antes, el Comité Político del PLD había votado a favor de una modificación a la constitución para permitir la reelección presidencial de Danilo Medina. Otra abuso de poder de un partido que ha hecho de todo para joder a este país.
Lo sorprendente es ver al propio Danilo, con su cara de yo no fui, aceptando y apoyando esa vagabundería ya que no existe justificación alguna para cambiar la carta magna con fines de satisfacer esas ambiciones de poder que han llenado de miseria y dolor a este país.
Miseria, porque en cada reelección la corrupción campea por los 4 vientos y las finanzas públicas se van al carajo, con grades déficit y deudas, producto del clientelismo, el despilfarro y la compra de voluntades, lo que se traduce en más pobreza y desempleo.
Y de dolor, porque la democracia sufre, se marchita, convirtiendo la institucionalidad en un basurero reeleccionistas, precisamente cuando se están celebrando los 50 años de la guerra de abril. Una guerra, que muchos se preguntan si valió la pena, después de tanto sacrifico, miles de muertos e inmensas pérdidas materiales.
Pero en un país donde todo se manipula, incluyendo medios de comunicación, para favorecer las ambiciones presidenciales, no faltan las innumerables encuestas que apoyan la reelección, lo que no es nada raro en un conjunto poblacional que ha perdido el sentido de la orientación y mucho de su dignidad, gracias a los favores del gobierno.
Ante esa realidad, la apatía domina el sentimientos de la mayoría de los dominicanos gracias al desaliento, el desengaño y la desesperanza a que nos llevado un partido que tiene secuestrado todos los poderes del Estado. Hay un agotamiento y un franco deterioro del proceso democrático, donde todo gira alrededor de un partido que se ha convertido en un conglomerado político-financiero, con poderes ilimitados y una total inmunidad para hacer lo que les da la gana.
Como resultado de esa desgracia en la que hemos caído, aquí no hay un sector de la economía o área social del gobierno donde se observe un progreso sostenido. Más bien sobresalimos por los grandes retrocesos en todos los ámbitos de nuestras vidas, como el desempleo, la pobreza y los pésimos servicios en salud, energía, agua potable y vivienda. A ello se suma una corrupción indetenible, una delincuencia galopante y una expansión del narcoterrorismo.
Y ante ese escenario dantesco, nos enfrentamos a la especulación en los precios de los alimentos, en un mercado dominado por monopolios y oligopolios que desnaturalizan la libre competencia y mantienen los salarios rozando los niveles de miseria. Por eso, las dos terceras partes de los dominicanos, especialmente niños y adolecentes, comen mal, se educan peor y pueden morir hasta de una gripe.
Si la apatía que domina a la sociedad no es superada y el sistema político y económico no se renueva, olvidémonos de una mejor vida. Seguiremos de mala en peor.