¿Ha bajado Occidente la guardia frente a la amenaza de terrorismo permanente de radicales musulmanes? La pregunta es justa y necesaria por los recientes hechos de terrorismo en España, Estados Unidos, Libia, Afganistán, Chechenia, Irak, Pakistán, y otros lugares del planeta.
La persistencia de los mismos parece indicar que el terrorismo, en todas sus formas, no cesa en su empeño de querer intentar doblegar a los países de este lado del mundo, agobiados por demás con una serie de problemas económicos, éticos y de corrupción que parecen no tener solución a corto plazo.
Al ataque sorpresa con bombas y metralla de elementos fanatizados y en nombre de Alá, se añade de un tiempo hacia acá otro tipo de terrorismo: el cibernético, que desarrollan unidades especiales militares en China, Rusia y Corea del Norte.
Esos y otros estados renegados intentan por todos los medios sustraer información vital de Occidente en cuentas de empresas financieras, bancarias, militares, laboratorios, de investigaciones y de otros campos en Estados Unidos, Europa y Asia.
Resulta obvio que poco a poco se están dando las condiciones que los enemigos de la democracia Occidental desean: crear un estado de ánimo casi generalizado de inseguridad, confusión y caos, donde los gobiernos pierdan la fe de sus ciudadanos y viceversa, que lleve por alguna vía al eventual colapso del equilibrio de seguridad social actual.
Para nadie es un secreto que si Occidente continúa con la política de desarme de sus fuerzas del orden, en nombre de una reforma económica cuestionable, es lógico suponer que dentro de pocos años el enemigo estará armado en el dintel de la puerta de nuestras casas, barrios y ciudades.
Pretender “vivir la vida loca”, en estado de negación permanente de esa amenaza latente, sería un suicidio. Dicho desafío requiere responder con determinación y contundencia. De no hacerlo con tiempo, dentro de pocos años muchos de nosotros estaremos armados dentro de nuestras casas, vigilantes y a la espera del enemigo sin rostro, para enfrentar lo que entonces resultaría inevitable.