Alfonsina Storni con quejas de dolor y amor, víctima de los acontecimientos inminentes del espacio vacío, siente en su "sed divina" al mundo sobrenatural, al instante que con fijeza momentánea es un prado minúsculo de enigmas y miradas, un estado paralizador y angustioso.

La mujer-poeta llega al soplo del aire haciendo fluir la vida, acelerando el tiempo que ha pintado su sentido y su visión, suprimiendo la espera, lo que quiere retener o atrapar en la realidad abismal que la abandona con inhumana alegría.

La "sed divina" es su fuerza de transparencia, su irregularidad acostumbrada, la extrañeza de estar-aquí desprendida de sí misma, impasible, en la exterioridad que nada dice y nada calla, tocando sombras, abrazando reflejos, desandada y andada por la totalidad del mundo. Ella misma dice: "Este horrible deleite de hacer mío/ Un inefable, apasionado rastro (…) este cansancio amargo, / Este silencio de alma en que me escudo, / Este dolor mortal en que me abismo, / esta inmovilidad del sentimiento/ iQue solo salta, bruscamente, cuando/ Nada es posible!”. (De “Carta Lírica a otra mujer”).

Algunos críticos han definido a Alfonsina como una mujer "de aire libre, de intemperie" (Bonet); "con una pagana necesidad de amor" (Anderson Imbert), y fuerte temperamento erótico, que le hace sentir el amor con una tiránica intensidad.

A este respecto la Storni confiesa que anduvo "vagando por afuera de la vida" y "Adherida a tu velocidad, / como la hoja/ a la rueda, /lance tímidas flechas/ a tus paisajes soberbios” porque “mi corazón es como un dios sin lengua” y “necesito un sol que me disuelva”.

Lo cierto es que su poesía se desarrolla a partir de una serie de estados contradictorios, lo que deja en evidencia que su vida fue de saltos y un ademán ciego del destino. Las  experiencias biográficas envuelven las diversas etapas de su creación. En sus mundos interiores -de una manera dolorosa y alucinante-  su alma fluctúa entre la depresión y el optimismo, la esperanza y el desasosiego, el ansia de goces carnales y la náusea inmediata, volcándolos en sus libros hasta liberarse de ellos.

Lectura personal de algunos de sus textos

La poesía de Alfonsina Storni pasa por dos etapas, en el sentido temporal, en relación con la historia de la poesía americana: la primera fue posmodernista y la segunda vanguardista.

La primera data de 1916-1920 con La inquietud del rosal (1916), EI dulce daño (1918), Irremediablemente (1919)  y  Languidez (1920).

La Inquietud del Rosal es un libro con motivos líricos, cuyo tema predominante es la esperanza. El Dulce daño es la obra donde la Storni aparece definida, con estados emotivos contradictorios, con confesiones de su personalidad, donde desaparecen los temas antilíricos y los adjetivos comunes. Los poemas de este libro desbordan en el amor, en su propio instinto, en su disconformismo por lo cotidiano, en la indagación filosófica y amarga que el sufrimiento le inspiró. La angustia es el obligatio simbólico. De esta época data su poema "Tú me quieres blanca", recitado en todas las academias.

Irremediablemente nos muestra su lucha interior en una permanente vigilia, su "concepción de la sensibilidad femenina frente a la vida y el arte". Alfonsina afirma que este siglo es justamente "el siglo de la mujer". Este libro, que tiene la misma estructura que El dulce daño, pone de manifiesto su "goce de crear y sentir". En el mismo,  ella pertenece a sus propias imágenes y es creadora de su propio lenguaje. La tónica predominante es el desencanto, por lo cual  expresa en carta dirigida a su amigo Julio Cejador: "Es que a las mujeres nos cuesta tanto esto. Nos cuesta tanto la vida. Nuestra exagerada sensibilidad, el mundo complicado que nos envuelve, la desconfianza sistematizada del ambiente, aquella terrible y permanente presencia del sexo en toda cosa que la mujer hace para el público, todo contribuye a aplastarnos".

En este libro está su sofocante encuentro con la libertad encadenada, con los símbolos que hacen a las mujeres pasivas inconscientes ante las censuras y la tradición.

La Storni en este poemario posee un texto fundamental que tiene una significación de rebelión contra las limitaciones psicológicas y eróticas de la mujer, sometida por el patriarcado. Este texto titulado "Bien pudiera ser…” dice:

"Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido / No fuera más que aquello que nunca pudo ser, / No fuera más algo vedado y reprimido / De familia en familia, de mujer en mujer.

Dicen que en los solares de mi gente, medido / Estaba todo aquello que se debía hacer… / Dicen que silenciosas las mujeres han sido / De mi casa materna… Ah, bien pudiera ser…

A veces en mi madre apuntaron antojos / De liberarse, pero se le subió a los ojos / Una honda amargura, y en la sombra lloro.

Y todo eso mordiente, vencido, mutilado, / Todo eso que se hallaba en su alma encerrado, / Pienso que sin quererlo lo he libertado yo".

Alfonsina es una mujer de la ciudad moderna, que revoluciona el concepto de la moral femenina, libre de prejuicios, tal y como lo representó en su obra de teatro El amo del mundo (1927), lo cual le valió fuertes críticas, en la cual plantea con gran valentía la evolución de lo que en lenguaje corriente se llama "los frenos rotos".

Ya la Storni había dicho que: "en arte no hay otra impureza que la atribuida por la insuficiencia intelectual y hasta oral del profano".

Languidez (1920) es el texto donde la poeta abandona la poesía subjetiva, el intimismo y se va al "alma de las cosas" con una actitud nietzscheana. En este libro renuncia premeditadamente a lo misterioso del sexo. La resignación y el recuerdo dominan esta obra. La Storni lo advirtió con estas palabras: "Este libro cierra una modalidad mía. Si la vida y las cosas me lo permiten, otra ha de ser mi poesía de mañana".

Estos cuatro libros cierran su primer ciclo poético, caracterizado por una prosa de ímpetu. Es el más sentido y humano porque se unen armoniosamente su alma panteísta, su fina ironía, su atracción por el mar, su apasionado temperamento amoroso y su intuición para la síntesis honda.

Ocre (1925) y Poemas de amor (1926) constituyen el  puente entre la primera y la segunda etapa. La segunda etapa corre de 1934 a 1938, y comprende dos libros: Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y Trébol (1938), además de los poemas añadidos e incluidos en Antología Poética.

Ocre marca la evolución de Alfonsina hacia lo universal; es un libro experimental, vanguardista e intelectual. Es su obra más importante, es la desnuda verdad con acentos sólidos; en él se equilibra lo intelectual y la pasión. La poeta ha gobernado su instrumento que es la palabra, y nos dice: “¿Qué fuera de mi vida sin la dulce palabra?”.

En Ocre se ha despojado "de lo superfluo, de lo adjetivo, de lo que no es sustancia en su arte" (Bonet). Su poética contiene versos con menos imágenes, son menos sensoriales y menos sensuales, porque lo personal intrascendente y su erotismo han sido sustituidos por una búsqueda metafísica de aproximación al misterio de la vida y de la muerte. Se ha abrigado en la pureza limpia del universo.

Poemas de Amor revela al ser que ama obsesiva y totalmente. Son textos autobiográficos. La poeta de una manera plena dice: "El vive en mí como un muerto en su sepulcro, todo mío, lejos de la curiosidad, de la indiferencia y la maldad". Para luego agregar: "adherida a tu cuello, al fin, más que la piel al músculo, la uña a los dedos y la miseria a los hombres, a pesar de ti y de mí, de mi alma y la tuya, mi cabeza se niveló a tu cabeza, y de tu boca a la mía se traspasó la amargura y la dicha, el odio y el amor, la vergüenza y el orgullo, inmortales y ya muertos, vencidos y vencedores, dominados y dominantes, reducidos e indestructibles, pulverizados y rehechos”.

Mundo de siete pozos (1934) es un libro de símbolos, de expresión sintética, con una innegable innovación estructural y reflexión sostenida. La Storni en este poemario de transición y ruptura observa al mundo y, a la vez, lo rechaza: el hombre es el motivo del mismo, poseyendo un destino trascendental.

En este libro examina la ciudad en pleno, los significados primarios que usualmente definen ese ámbito de murmuración, esa "rosa de cemento" que desgasta a los seres humanos.

Aquí, ella surge como sujeto activo en ese espacio donde se enfrenta a la pesadilla que nos empuja a la impaciencia de la espera, a tocar el destino con muchos gestos, mirando ese comienzo del final donde las ilusiones envejecen embriagadas de niebla.

La ciudad, a través de sus metáforas, adquiere una significación vital, un eco eterno en las aguas del mar, en la lentitud agitada del viento que presencia esa sensación de estar antojadiza con el rostro sombrío.

Mascarilla y Trébol (1938) revela la etapa más vanguardista de la Storni. Es una poesía de nuevo semblante (frisson nouveau), de grandeza y apasionado universo poético. Es su obra más original, llena de símbolos, donde encuentra el nivel más alto de su pensamiento, a pesar de ser considerada por algunos críticos como un libro oscuro.

En estos antisonetos hay una atmósfera enrarecida, un encuentro y reencuentro con el hecho insólito, con la disparidad de las desigualdades, con las mil formas de las huellas que sugiere recordar. En ellos la poeta está afectada por múltiples rostros, por lo creativo y lo destructivo, por lo misterioso como referencia a lo que percibe en las instancias que satisfacen su mundo interior y sus juegos vivenciales.

Alfonsina gira y gira sobre lo que piensa; más bien para excitarse hasta asomarse y encontrarse extraña, en apertura al agobio metafísico, porque en ella el mundo es para sentirlo y vivirlo con una cosmovisión presentida y vivida.

El último verso de los antisonetos stornianos es una orilla de misterio; da la pauta, la clave, para conocer el poema que no se cierra herméticamente, sino que tiende hacia un horizonte no previsto, de evasión, de huída.

Mascarilla y trébol es un libro que, como señala la autora, le nació en estado de trance, como homenaje último a su hundimiento en lo infinito, a su rostro entregado a la mascarilla que ya no tiene, porque gesticula con otro rostro que es la piedad del trébol.

Los antisonetos se construyen solo a través del gesto vital, del acontecer poético verdadero, de su mirada que va al encuentro de las cosas por ellas mismas; cosas desconocidas por lo cotidiano, que exaltan el detalle, el micro mundo deliberadamente pretendido.

El antisoneto, específicamente, es una forma poética femenina, puesto que no es hermético ni racional ni estricto, sino que es abierto.

Alfonsina creó los antisonetos para despedir su alma, cumplido su destino, para ir al encuentro o retorno a lo verdadero.

En esta obra poética la Storni está con su claridad y viveza sensibles. Necesita ser por la fuerza del amor, encontrarse a sí misma en los símbolos del deseo, en la circunstancia existencial que no miente; nos habla confesando su sinceridad, la urgencia de sus emociones, su insubordinación abierta ante los convencionalismos, la evidencia suficiente y enfadada de romper con el medio frívolo y encauzar su rebeldía, su autenticidad, girar en el vértigo de la ciudad descubriendo sus desnudeces, el misterio de ser.

Alfonsina "ve" el mundo, los instantes del sueño, el reconocimiento de ella en las cosas con la esencialidad del vacío.

… Sé que ella se abandona sobre la ausencia, mientras conversa con la voluntad inmóvil que la une a los demás. Entonces encuentra los horizontes de sus misterios, la imaginación visualizadora, un refugio para su soledad, el registro de las fantasías, su presencia asfixiante.