La vicepresidenta de la República, Margarita Cedeño de Fernández, parece que ha captado el mensaje. Han quedado atrás los sombreros aristocráticos, las gafas decorativas, el té social y todas las “nimiedades” que rodean a la aristocracia común y que se amplifican con el disfrute del poder político continuo.
De cierto tiempo para acá, tras la llegada del presidente Danilo Medina al Palacio, las reglas del juego en el quehacer público han cambiado. El enfoque pragmático que el mandatario ha dado a su entorno de hacer camino al andar, aunque haya que saltar charcos y brincar cercas de alambres de púas en los campos más remotos del país, ha puesto a mucha gente con los pies en la tierra.
La vicepresidenta, mujer de incuestionable capacidad y carisma, se ha dado a la tarea de darse un baño de pueblo de tal manera que jamás se lo dio durante su prolongada gestión como primera dama, cuando abundaban los viajes y los compromisos vinculados al poder, pero percibida en la opinión pública como alguien equidistante de la masa amorfa.
Margarita se ha dado a la tarea de encabezar una vigorosa campaña para llevar alimentos a quienes padecen hambre, proteger a las mujeres dominicanas de la violencia de género, insistir en cuidar la salud de la población frente a la amenaza del dengue y la chinkungunya, y una serie de encuentros ciudadanos para concientizar sobre diversos problemas que afectan a la sociedad dominicana.
A ello se suma su empeño de tiempo completo en la igualdad de oportunidades, sexualidad sana y responsable entre adolescentes, apoyo a las ONG’s en la lucha contra el SIDA y el VIH, así como una serie de programas sociales colaterales en beneficio de la población marginada y más indigente del país, de manera transparente y decidida.
Atrás quedaron los ritos protocolares, la desconfianza en el quehacer político, las dudas sobre su desempeño en una sociedad esencialmente machista, su cuestionable ingreso a las altas esferas del PLD, y su determinación de enfrentar la difamación en el lodazal político nacional con hechos y acciones sociales contundentes. Su agenda sigue muy de cerca los objetivos de la administración Medina y de la primera dama, Cándida Montilla de Medina.
Podemos estar de acuerdo o en desacuerdo con Margarita Cedeño de Fernández. Si tiene o no tiene aspiraciones políticas, o si sucumbió ante la insensatez o la prepotencia que acaban con la humildad. Lo cierto es que sería mezquino que la ceguera o el prejuicio político pretendan restarle méritos por una labor que está a la vista de todos, y que muchos de sus críticos no pueden igualar por más que lo intenten. Parece que la vicepresidenta abdicó a la aristocracia…