Hace dos días (17 de septiembre), se cumplieron veinticinco años del fallecimiento de uno de los filósofos más influyentes del siglo XX, Karl Raymond Popper (1902-1994).

Nacido en Austria, Popper escribió varios libros que se convirtieron en textos referenciales del pensamiento contemporáneo: Lógica de la investigación científica, Conjeturas y refutaciones, El conocimiento objetivo, La miseria del historicismo, entre otros.

Protagonista de los principales debates epistemológicos del siglo XX, Popper desmitificó la imagen popular de la ciencia como un conjunto de reglas para producir conocimiento científico. En este sentido, ironizaba con que él era el único profesor de una disciplina que no existía, la metodología, si se entendía por ésta la disciplina llamada a enseñar dichas reglas.

Se opuso a la idea de que el método fundamental de la ciencia es inductivo. Apoyándose en la filosofía de David Hume, defendió la existencia de un salto lógico cuando inferimos la verdad de un enunciado universal a partir de la verdad de enunciados singulares.

Se opuso a una de las ideas más célebres en la cultura académica del siglo XX, el carácter verificable de las proposiciones científicas.

Popper sostuvo que el principio de verificación se basa en una falacia lógica, inferir la verdad de una hipótesis a partir de la evidencia observacional favorable que se deriva de dicha hipótesis. Pero, por más evidencia empírica a favor de un enunciado este nunca queda verificado, ni confirmado. Una evidencia empírica aceptable puede derivarse de una hipótesis falsa y un enunciado al que las evidencias favorecen en un momento determinado, pueden  refutarlo después a la luz de nuevos conocimientos y evidencias.

Por tanto, propuso el principio de falsación como criterio explicativo de la ciencia. De acuerdo con este supuesto, los enunciados científicos son falsables. Se caracterizan porque podemos construir situaciones observaciones para refutarlos. Desde el punto de vista lógico, no es válido inferir la verdad de un enunciado universal a partir de un enunciado singular, pero si es válido inferir la falsedad de un enunciado universal a partir de un enunciado singular. (Lógica de la investigación científica).

Veinticinco años después de su muerte, considero saludable promover la postura filosófica que él derivó de su concepción de la ciencia, la actitud socrática de que no debemos creer en la posesión de  una verdad definitiva, que nuestras teorías más sólidas serán refutadas en el futuro y que debemos estar siempre abiertos al debate crítico, motor de la ciencia, antídoto contra las distintas modalidades de fanatismo y fundamento de las sociedades abiertas o democráticas.