La solución a nuestros problemas de desarrollo económico y social presenta el desafío de equipar a los docentes con estrategias de enseñanza más prácticas y adecuadas a la forma en que los estudiantes aprenden. Queremos compartir un poco de la rica experiencia que hemos vivido en los politécnicos en que el sector privado ha contribuido durante la última década.

 ¿Alguien sabe para qué sirve el teorema de Pitágoras?  Si, como a mí, te lo explicaron en dos pizarras llenas de letras elevadas al cuadrado y luego tuviste que “embotellarte” la ecuación para recitarla en clases, es muy probable que el teorema de Pitágoras nunca haya salido a tu encuentro para ayudarte a solucionar problemas de distancias, alturas o áreas, ya sea para tomar decisiones en relación a cómo y dónde construir una escalera o sencillamente para calcular una distancia en un mapa.

Aunque la pizarra y la tiza siempre son una opción, existen otras formas de enseñar y aprender que, además de ser menos dolorosas, facilitan que los conocimientos sean utilizados a lo largo de la vida para resolver problemas.

Pongo este ejemplo del teorema de Pitágoras porque fue una de las primeras clases que vi en el Instituto Politécnico Loyola cuando en el 2007 empezamos con el apoyo de IMCA a formar docentes en estrategias pedagógicas que utilizan el contexto para facilitar el aprendizaje.

Los alumnos, en grupos de cuatro estudiantes, salieron a medir puertas y ventanas de diferentes tamaños en el recinto escolar para, desde su propia experiencia, entender la relación que hay entre los lados de un triángulo que posee un ángulo recto. Solo después de que los 10 grupos de la clase expresaron sus conclusiones, el maestro complementó el proceso de enseñanza-aprendizaje explicándoles cómo Pitágoras había elaborado una fórmula que demostraba precisamente eso que ellos habían comprobado.

Así como el teorema de Pitágoras tiene una aplicación práctica que es importante que algunos entiendan, la tienen la Ley de Kirchhoff, las leyes de la termodinámica, las propiedades de los elementos de la tabla periódicas, el Principio de Pascal y un montón de teorías que para muchos representó el purgatorio de su adolescencia.

Durante la última década, con el apoyo de organizaciones como INICIA Educación y Propagas, se ha extendido lo que empezó en el Politécnico Loyola a los politécnicos de Fe y Alegría, los politécnicos Salesianos y el Politécnico Ave María, con lo que podemos decir que cada vez son más los jóvenes que aprenden las materias base de la ciencia de forma más práctica.

Actualmente, con recursos provistos por Marítima Dominicana, se está preparando el despliegue al Instituto Politécnico de Haina con una metodología similar.

La importancia de que crezcan iniciativas como ésta es que el aprendizaje de las materias que se conocen como STEAM (Ciencias, Tecnologia, Ingeniería , Artes y Matemáticas) es la base para desarrollar más y mejores técnicos e ingenieros, lo que a su vez es importante porque la proporción de puestos de trabajo para personas con estas cualificaciones se proyecta cada vez mayor. Para ingenieros, por ejemplo, el crecimiento de la demanda por año es aproximadamente de un 13%, mientras el resto de los puestos crece a un ritmo de aproximadamente un 9%.

Tenemos que hacer un esfuerzo por elevar la cantidad de técnicos e ingenieros que como país podemos graduar y la magia, querido lector, debe ocurrir en las aulas con docentes que en su caja de herramientas, tengan más y mejores recursos y estrategias de enseñanza con que desarrollar conocimientos, destrezas y habilidades.

Todos los análisis de nuestros problemas de empleo, competitividad, desigualdad y desarrollo confluyen en este punto que ya identificamos cuando se exigió que el 4% de nuestro PIB se dedicara a la educación.  Estamos necesitando con urgencia empezar a ver resultados.