Juan Pablo Duarte, la bandera dominicana, la familia, y determinados valores sublimes son una marca registrada. Pertenecen a determinados ciudadanos e instituciones. Usted o yo no podemos usar esa marca y sus símbolos sin autorización o permiso de sus reales detentadores. Fuera de aquellos REALES propietarios de Patria, Duarte, Familia y Valores, usted y yo solo somos un grupo de sinvergüenzas, traidores, apañadores de corruptos y degenerados moralmente hablando.

Usted y yo merecemos lo peor. Somos dignos de ser exiliados de la tierra que toda la vida pensamos que era nuestra, pero cuyo título de propiedad figura a nombre de otros legítimos herederos y legales propietarios del suelo, del rojo azul y blanco de la bandera, del himno nacional y del gentilicio: dominicano.

Usted y yo, sin parte ni suerte en los símbolos y valores que componen e integran “lo más puro” de la sociedad dominicana, somos algo más que apátridas, o quizás algo menos que un apátrida: “un sub-humano”.

Y entre esos dos grupos titánicos estamos unos cuantos. Personas que no somos los patriotas que el ala conservadora quisiera, ni nunca seremos los liberales que el ala de izquierda de la sociedad civil quisiera. Somos, o llegamos a ser, en consecuencia, anatema para ambos. Cosa desagradable, poco tolerables

Este fanatismo tiene dos alas, una a la derecha, representada por el sector conservador de este país, a cuya cabeza visible (y más ferviente) están los Castillo y demás familiares (clan que admiro) y del otro lado, está un grupo de personas no insignificantes, llenas de talentos, con profesiones, conocimientos, especialidades y exitosos que han venido a ser los auto proclamados adalides de la honestidad pública y el combate a la corrupción, la defensa de los derechos de los homosexuales, el aborto, la legalización de uso de drogas blandas y un sinfín de causas liberales, personas que también han registrado esas causas como marcas EXCLUSIVAS de sus grupos.

Y entre esos dos grupos titánicos estamos unos cuantos. Personas que no somos los patriotas que el ala conservadora quisiera, ni nunca seremos los liberales que el ala de izquierda de la sociedad civil quisiera. Somos, o llegamos a ser, en consecuencia, anatema para ambos. Cosa desagradable, poco tolerables.

Y ¿Que somos nosotros? Somos personas que vemos un fraude en el patriotismo de derechas de muchos (aunque seamos conservadores) y vemos un fraude en el liberalismo social anti-corrupción y anti-impunidad de otros muchos. Somos personas de centro, favorecemos el pragmatismo. Estamos convencidos de que el liderazgo de este país (esté podrido o no) es incompetente. Sufrimos cada día las consecuencias del desorden ciudadano y cívico en que vive este país y por esto mismo no estamos convencidos, ni creemos en ningún grupo.

Lo que se transforma en esto: una actitud cínica.

Si me preguntan a mí, como conservador, yo tiro hacia la derecha, solo para pronto distanciarme del fanatismo de sus seguidores y volver a una posición de centro, más cerca de lo que se puede palpar como verdad. Y nuestra verdad en el centro no es el idealismo de izquierdas, ni la agresividad fanática de derechas, nuestra verdad es lo posible. Nada más.

Y finalmente, así marcharemos, sin patria, sin Duarte, sin valores, sin bandera, siendo escupidos por todos, pero en paz, pensando en un chocolate caliente y simplemente en vivir como podamos, en echar adelante nuestras vidas en un lugar donde el fanatismo de izquierdas y de derecha está haciendo hasta el aire que respiramos una propiedad privada e ideológica de un grupo o de otro.