León Cantave, exgeneral haitiano que pretendía derrocar la dictadura de Duvalier, le fue presentado al presidente Juan Bosch para mediados del 1963. En reunión celebrada en casa del primer ejecutivo, Cantave solicitó recursos, armas y un espacio en territorio dominicano para entrenar una guerrilla, a lo que Bosch respondió “no podemos entrar en actividades ocultas y conspirativas contra Duvalier, porque eso sería intervenir en los asuntos políticos de los haitianos…” (La historia secreta del golpe de Estado/Juan Bosch).
La respuesta del mandatario a León Cantave no fue obstáculo para que, de común acuerdo con militares dominicanos y el embajador norteamericano, recibiera lo pedido e hiciera, incluso, varias incursiones en territorio haitiano sin que nadie, absolutamente nadie, informara al presidente Bosch sobre los acontecimientos que se estaban produciendo en la frontera, que llevaron al gobierno a acusar a Haití, ante la Organización de Estados Americanos (OEA), de atacar nuestro país, cuando en realidad era lo contrario: Haití estaba defendiéndose de los ataques que llevaba a cabo Cantave desde suelo dominicano, el último de los cuales concluyó el 23 de septiembre cuando retornó junto a los pocos combatientes que salieron ilesos de la incursión.
Al mediodía del 24 el presidente ordenó al ministro García Godoy que solicitara a la OEA una investigación de lo sucedido, comunicación que fue interceptada por los organismos de inteligencia norteamericanos y que marcó el evento que se llevó del poder a Juan Bosch, porque “del escándalo que produciría el conocimiento de tales hechos iba a salir muy mal parado el prestigio de John F. Kennedy (presidente norteamericano, nh) puesto que a él iba a tocarle ser el primer gobernante del mundo que sería acusado de haber cometido un desafuero semejante, de haber ordenado la ejecución de una violación tan escandalosa de las normas que gobiernan las relaciones entre los Estados y sus jefes” (Ibíd.). La acción perpetrada era inescrupulosa y vil: el jefe del Estado norteamericano patrocinaba una guerrilla, instalada en nuestro territorio, que perseguía derrocar al jefe del Estado haitiano sin que lo supiera el jefe del Estado dominicano.
Aún siendo los militares y demás componentes locales del frente oligárquico los ejecutores del golpe, el verdadero responsable del derrocamiento del presidente Bosch es el jefe del Estado norteamericano, para la época John F. Kennedy, con la maquinaria pentagonista a su disposición para destruir todo lo que no se subordine o rinda beneficios al imperio. Esta es la historia del golpe de Estado perpetrado contra Juan Bosch en 1963… pero hay un golpe de estado iniciado en 1996, mucho más dañino para la sociedad dominicana, confeccionado exclusivamente por nacionales, que trajo de nuevo al escenario político el eterno problema haitiano, presente en todas las crisis que ha vivido la nación dominicana.
La conformación del nuevo esquema antihaitiano que surgió en 1996 rompió con todos los anteriores, y dio origen a un falso y desgraciado “frente patriótico” que se propuso evitar, a como diera lugar, las aspiraciones presidenciales de José Francisco Peña Gómez, un negro dominicano de condiciones intelectuales excepcionales que llegó a convertirse en el más extraordinario orador y el más grande líder de masas que ha conocido la historia republicana.
Este golpe de estado fue concebido desde antes de celebrada la primera vuelta de unas elecciones presidenciales orquestadas a medio término debido al fraude que despojó del poder, en la contienda de 1994, al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y al Dr. Peña Gómez; el golpe comenzó a estructurarse cuando el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), luego de llegar a un acuerdo con perredeístas y reformistas que fijaba en 45% más uno la victoria en primera vuelta, cambió el porcentaje a 50% más uno, en un acto de engaño e irrespeto a la palabra que no tiene precedentes en la vida ‘institucional’ del congreso. Esta señal, clara e inequívoca, debió abrir los ojos del pueblo para saber con qué iba a tener que lidiar; si fueron capaces de hacer semejante barbaridad para alcanzar el poder y despojar del mismo a quien moralmente correspondía, ¿qué no harían para mantenerlo?
La acción propició dos eventos nefastos para la sociedad: un golpe de Estado subliminal que le arrebató el poder al Dr. José Francisco Peña Gómez y al PRD, y un golpe de estado moral contra Juan Bosch y su legado: el Partido de la Liberación Dominicana. Sobre el golpe al Dr. Peña Gómez hablaremos, quizás, en otra ocasión pero, este corto ensayo, concebido exclusivamente por arribar a un año más de aquel abominable y trágico hecho que disminuyó las aspiraciones de los dominicanos a vivir en una sociedad justa y educada, aspira a dilucidar la vileza, la simulación, el engaño y la mentira de los que se formaron bajo la tutela de Juan Bosch y lo han degradado bajo la deformación de un medio que no ha sabido diferenciar entre la pureza y la integridad del fundador del PLD y las descabelladas y diabólicas acciones que ejecutan sus más altos dirigentes desde que en 1996 se encumbraron en el poder.
El golpe de estado moral continuó, ya en el plano político, con la conversión del PLD en un partido populista, medida que abolió, bajo la dirección del Dr. Leonel Fernández, los reglamentos que sancionaban el mal accionar de los miembros del partido, y que generó toda una cadena de eventos antiboschistas que han hecho de esa organización política la más corrupta, indolente y cínica de las del llamado sistema democrático que pauta la consolidación de las clases burguesas y oligarcas del país.
Tan pronto los gobiernos peledeístas asumieron la representación y la defensa de esas clases, el partido perdió la esencia de lo que se constituía en su razón de ser, centrada en el nombre que le fue dado; dejó de ser un partido de liberación nacional, como fue concebido por el profesor Bosch, para convertirse, bajo los lineamientos de Leonel Fernández, en una organización ultraderechista cuyas acciones asombran al más incrédulo de los dominicanos.
En medidas que se contraponen abiertamente contra los postulados de vida de Juan Bosch, el PLD golpista ha permitido que las tropas norteamericanas circulen libremente por territorio dominicano y ha otorgado a las mismas inmunidad total ante cualquier hecho que lesione la vida o los intereses de algún dominicano, de la misma forma que ha cedido el suelo a mineras que destruyen toda forma de vida sana y natural en el ambiente en el que operan.
Aún hay fotos circulando por los medios de comunicación que son testimonio irrecusable del cambio de vida que se ha dado en la mayoría de los altos dirigentes, ya sea por saqueo al erario, tráfico de influencias, protección al narcotráfico o cualquier otra forma subrepticia de corrupción; hay fotos tan expresivas que retratan, mientras estuvieron fuera del poder, y eran ‘los discípulos’ de Juan Bosch, el hambre y la necesidad. De portadores de prendas de vestir andrajosas pasaron a ser símbolos de la “elegancia”, colmando las páginas sociales de esas letrinas que el dinero sucio ha comprado.
De vivir en sectores ‘del tercer mundo’ han pasado a ocupar las áreas que la realeza dominicana tenía como exclusivas; aquellos que nunca salieron con sus esposas a actividades sociales de cierta relevancia optaron por cambiarlas por divas de las que saturan el mercado -‘hechas a mano’, locales y extranjeras (preferiblemente de Sur y Centro América, cuyo hablar desvive la pobreza cultural e intelectual), que han hecho cursos avanzados de cómo cazar peledeístas en el poder- porque entienden que aquellas no los representaban “dignamente” y estas sí, aún el nivel cultural descanse en sus tetas y culos siliconados.
Administrar gobiernos sin los obligados compromisos con los desposeídos, entreguistas y propiciadores de corrupción e impunidad, que se burlan de la ignorancia de sus ciudadanos; dirigir la nación bajo la mentira, la ausencia de derechos ciudadanos y la más repugnante degradación moral; propiciar el desarrollo de una sociedad a la deriva, sin dirección o propósito fijo, y un ambiente de inseguridad tan aterrador que supera los 30 años de tiranía trujillista… son algunas de las características propias de la conducción peledeísta del Estado y su incongruencia con las ejecutorias del profesor Juan Bosch.
Tan grande es la diferencia entre el accionar del PLD y el boschismo que se podría concluir que son corrientes antagónicas, tanto desde el punto de vista político como desde el punto de vista moral, y, desde este último, han propiciado un golpe de estado a Juan Bosch, y al país, mucho peor que el que dirigió desde Washington, con E (mayúscula), John F. Kennedy.
Ing. Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
24 de septiembre de 2014