Confundir el odio con el patriotismo y la oreja con la nariz, ha sido la religión muy bien profesada por sectores que tienen el odio como fe y la separación de dos naciones como necesidad en la preservación de sus intereses viciosos de poder.
La historia social y política de ambas naciones, ha sido manipulada cual catecismo fundamentalista del odio, orientada en ambos lados de la isla a mantener un espíritu de tribus salvajes; siempre listas, alertas y predispuestas a la destrucción y confrontación.
Una mentalidad de Ku Kux Klan instalada tanto del lado oriental como occidental de la isla, hace renacer en cada época un fanatismo patriotero que como peste enciende los motores del odio y la violencia entre dominicanos y haitianos, bajo la sagrada excusa del cuco de la invasión.
Haití y República Dominicana, tienen necesariamente que encontrar vías de cooperación, entendimiento y solidaridad, que hagan posible el progreso de la Isla, y la unidad entre ambas naciones
Los más patriotas que Juan Pablo Duarte, deben tener como tormento, un tornillo que barrena su alma, cuando en lo más profundo de su psiquis retumba el eco angustiante de la admiración exclamada por Duarte sobre el pueblo haitiano, que cito:
“Yo admiro al pueblo haitiano, veo cómo vence y sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes: el amor a la libertad y el valor”.
Además de esta admiración del Padre de la Patria hacia el pueblo haitiano, no se puede obviar en la historia la condición de Duarte, al ostentar la categoría de Reservista del Ejército Haitiano, y de aliarse y pelear, en más de una ocasión, al lado de los liberales haitianos contra el colonialismo enajenante : francés y español en la isla.
Es una pena que las diferencias del pasado, claramente expresadas en el manifiesto de los Trinitarios del 16 enero de 1844, no permitiera a los habitantes de esta Isla, Este y Oeste, construir una sola nación y un país con la misma dignidad y derechos, en todo el territorio de la Isla de Santo Domingo. Sólo así, se hubiera salvado las diferencias en el desarrollo, el estado de miseria y de pobreza que invaden nuestras naciones. Las fuerzas de la ambición lo impidieron e impusieron este destino como tragedia insular, destino que como realidad ineludible nos obliga a estar juntos en el mismo espacio insular, ya sea separados o integrados, hasta el fin de los tiempos.
Haití y República Dominicana, tienen necesariamente que encontrar vías de cooperación, entendimiento y solidaridad, que hagan posible el progreso de la Isla, y la unidad entre ambas naciones.
La visión humana, de solidaridad social y justicia hacia la persona y condición del ser humano, han hecho de Juan Bolívar Díaz, el objetivo del fanatismo patriotero que arrastra el dilema del tema migratorio haitiano y, la incoherente e irresponsable política migratoria del Estado Dominicano e inexistente del Estado Haitiano.
Todos los que tenemos más de 50 años, somos testigos del compromiso social que trasciende en el tiempo de Juan Bolívar, víctima de la intolerancia balaguerista de los tenebrosos 12 años, cuando su coche fue objeto de un bombazo en 1970. Mientras, los que hoy le insultan, constituían por vocación propia, la extensión de las manos criminales del presidente Joaquín Balaguer.
Juan, siempre al lado de las mejores causas de este país, dando sentido al verdadero sentimiento de nación. Juan, Creando escuela de pensamiento hacia la solidaridad y la ética profesional comprometida con la dignidad de la persona.
Juan Bolívar Díaz representa un modelo de ejercicio profesional para la sociedad dominicana. Exigimos respeto y seguridad para su persona y familia. Expresamos nuestra solidaridad y apoyo sin reservas ni limites.
“El fanatismo es la peste, la tolerancia la cura” (Voltaire)