El pasado 16 de febrero se produjo en el país un acontecimiento político que ha provocado una crisis política e institucional, la suspensión de las elecciones municipales por la Junta Central Electoral tras los fallos tecnológicos y técnicos que bloquearon la continuidad de las votaciones con el sistema de voto automatizado.

Este hecho provocó una gran indignación en la opinión publica en las redes sociales y en gran parte de la población dominicana, sobre todo en los estratos medios y altos.

El mismo domingo se inician protestas en la Plaza de la Bandera protagonizadas por jóvenes de los estratos medios y altos. Estas protestas se han extendido a distintas provincias del país en su casco urbano, municipio cabecera y algunas ciudades de Estados Unidos, Canadá, México y España por la población dominicana residente allí.

En los últimos 10 años se han generado cambios en los movimientos sociales y las protestas en nuestro país con la integración de una población joven de estratos medios y altos que no acostumbraba a integrarse en procesos anteriores a las mismas. Desde la lucha contra la instalación de la cementera en los Haitises, por el 4% en educación, contra la corrupción, contra la privatización de las playas y el movimiento marcha verde se muestra el incremento de la participación juvenil y de los estratos medios y altos favoreciendo el empoderamiento de este segmento poblacional hacia el ejercicio de sus derechos ciudadanos.

En estas movilizaciones sociales se desarrolla no solo la participación de la juventud perteneciente a estratos medios y altos, sino también jóvenes de estratos pobres, junto a la combinación de las expresiones artísticas, la creatividad y la articulación de los movimientos LGTBI, trabajadoras sexuales, feministas y por los derechos de la población dominicana de ascendencia haitiana.

La vinculación entre ejercicio del voto y movilización juvenil es novedosa y ofrece al panorama político una perspectiva distinta de lo que debe ser la praxis política y social

En procesos electorales anteriores que estuvieron marcados por grandes fraudes como fueron las elecciones del 1990 y 1994, las protestas se desarrollaron con otros actores y en otros escenarios. Los barrios urbano-marginales, la UASD, comunidades rurales y los estratos pobres fueron los principales actores en la movilización social contra la alteración de la voluntad popular ejercida a través del voto. En esos momentos los estratos medios y altos y la juventud perteneciente a estos grupos sociales no se integraban a las protestas sociales.

Hasta 2009 los estratos medios y la juventud perteneciente a estos estratos tenía mucho miedo a movilizarse y a tomar los espacios públicos para defender sus derechos.

En las protestas recientes que se están desarrollando en el Distrito Nacional tomando como escenario principal la Plaza de la Bandera, frente a la Junta Central Electoral, la población joven y adulta de los barrios urbano-marginales no se ha integrado como ha ocurrido en los procesos ya mencionados.

Esta participación juvenil es un aporte importante al ejercicio ciudadano y a la vida democrática. Rompiendo así con los estereotipos y estigmas presentes en la visión adultocéntrica en muchos ámbitos de nuestra sociedad de que la juventud está perdida, o que es indiferente a los problemas que afectan a nuestro país.

La vinculación entre ejercicio del voto y movilización juvenil es novedosa y ofrece al panorama político una perspectiva distinta de lo que debe ser la praxis política y social. Los partidos y las distintas instancias del Estado han mantenido a la población joven excluida de la participación y no se cuentan con espacios de consulta para la toma de decisiones y la formulación de políticas públicas en las que se incluya a la población juvenil de los distintos estratos sociales, tanto pobres como medios y altos.

Esta movilización social juvenil ha tenido un matiz pacifico, de mucho civismo y conciencia sobre la ocupación del espacio público de forma respetuosa, además del desarrollo de actividades artísticas, yoga, espacios creativos y recreativos y un contenido familiar. Mostrando que se puede hacer ejercicio ciudadano con respeto a la diversidad y al espacio público y manteniendo el carácter civico. Recordando así lo que fueron las luchas por el 4%, por los Haitises, Marcha Verde, del movimiento de mujeres por los derechos sexuales y reproductivos y de la comunidad LGTBI.

Ojalá que se pueda articular la movilización con procesos educativos desde la ocupación del territorio. Cerca de la Plaza de la Bandera hay muchos barrios marginados en los que se pudiera desarrollar procesos educativos y de orientación ciudadana desde jóvenes para jóvenes en forma pacífica y rompiendo el miedo y el estigma hacia los barrios como espacios de violencia, cuando en estos también se desarrollan procesos culturales y creativos significativos.

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY