La razón quizá estriba en la abolición del ser y el desplazamiento que motiva de la primaria comprensión del ser hacia el ser como “ser ante los ojos”. Si dentro de esta orientación ontológica es “crítico” el planteamiento borgeano de la cuestión, se encuentra como ente “ante los ojos” inmediata y únicamente, un mero “interior” y suspensión momentánea de la duda. Después de deshacer en pedazos el fenómeno original del ser, y sobre la base del resto que queda, los personajes de Borges, por tanto, son un sueño soñado por alguien o ya quizá por alguien que es nadie.
En el presente trabajo no pueden exponerse prolijamente la multitud de intentos hechos por este autor para plantear ese enigma, por las variedades de escuelas filosóficas idealistas y sus ensayos por crear un puente inseparable entre la realidad y el sueño. Si es cierto que en la mayoría de sus textos (todo género en Borges pierde sus límites) cabe encontrar un núcleo de auténticas cuestiones que constantemente se reiteran. Es menester, por tanto, ver de raíz que las diversas direcciones de su masa poética no fallan precisamente en cuanto gnoseologías, sino que ni siquiera llegan a pisar el terreno de un planteamiento fenoménicamente seguro de los problemas, debido a la omisión de su supuesto yo y a la ironía y juego constantes.
Tampoco es posible analizar el concepto de realidad en esta obra por medio de ulteriores escepticismos y la suspensión instantánea de la duda a través de la fe poética que como en Coleridge transfigura en la imagen real del mundo. Estas dudas no bastan para garantizar que no subsiste en nosotros el inadecuado planteamiento de los problemas borgeanos.
Con el “ser ahí” en cuanto “ser en el mundo” son en cada caso ya abiertas nuevas interrogantes. Esta proposición parece coincidir con la tesis del realismo heideggeriano, que afirma que el mundo exterior es realmente “ante los ojos”. Pero se diferencia fundamentalmente de todo realismo en que la realidad para Borges es ilusoria y el universo una leyenda. Pero lo que separa completamente a esta concepción de cualquier idealismo es la reiterada incomprensión declarada del autor. El realismo intenta, en efecto, explicar ónticamente la “realidad” por medio de relaciones causales “reales” entre lo “real”.
Frente al realismo tiene la poética borgeana, por opuestos y ficticios que sean sus resultados, salvo que no se entienda a sí mismo el idealismo “psicológico”. Cuando el idealismo insiste en que el ser y la realidad sólo son “en la conciencia”, se da expresión al hecho de comprender que el ser no puede explicarse por ningún sofisma. Pero en la medida en que queda por explicar qué quiere decir ontológicamente esta misma comprensión del ser, cómo sea posible y su inherencia a la constitución de la filosofía de esta obra, el idealismo erige la “exégesis” de la realidad en el vacío. El hecho de que el ser no sea explicable por el propio Borges, y de que la realidad sólo sea posible en la ficción, no desliga de la obligación de preguntar por el ser como fundamento ficticio del universo.
Si el título de idealista que muchos dan a Borges quiere decir el hecho de comprender que la realidad no será explicable por ningún sistema filosófico, sino que es en cada caso ya para cada quien un sofisma o juego, en el idealismo está la única posibilidad de desarrollar los problemas filosóficos borgeanos. Y Platón no fue menos idealista que Kant. Pero si el idealismo significa, como expresara Heidegger, la reducción de todos los entes a un sujeto o una conciencia que sólo se distinguen porque su ser queda indeterminado o a lo sumo se caracteriza negativamente como inexistente, el idealismo de Borges entonces no es un juego ingenuo.
La poética borgeana es una nueva filosofía que consiste en negar la posibilidad humana de comprender el mundo. En Borges, sus días y su tiempo, de María Esther Vázquez (2002), Borges manifiesta: “No soy ni filósofo ni metafísico; lo que he hecho es explotar o explorar las posibilidades literarias de la filosofía”. Es por eso que estas ramas del saber humano (la filosofía, la teología, la metafísica), que son creaciones de la imaginación poética, tienen vigencia no en la realidad que es incognoscible, sino en la literatura, que es un sueño dirigido.
En ese sentido, Borges precisa: “Admitamos lo que todos los idealistas admiten: el carácter alucinatorio del mundo. Hagamos lo que ningún idealista ha hecho: busquemos irrealidades que confirmen este carácter….” “Yo conjeturo que así es. Nosotros (la indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso”.Y en El Aleph (1983) esclarece: “Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real”. En este particular, todas las religiones del Oriente admiten (el budismo, sobre todo) que el mundo es ilusorio. Y, por qué no?, un sueño sin propósito, sin base. La filosofía, la ciencia y hasta la religión moderna parecen haber perdido la esperanza y muy a menudo el interés mismo en la posibilidad del conocimiento metafísico. El conocimiento metafísico no es la creencia religiosa (aunque Borges admita que todo hombre culto por necesidad es un teólogo), ni la especulación filosófica, ni la teoría científica. Es la experiencia real o el reconocimiento inmediato de que esa realidad que es fundamento y causa del universo es ilusoria.