En la cultura política dominicana, las acciones políticas y las opiniones políticas se hacen en busca de opinión en lugar de entendimiento, caracterizándose por su rudeza, poca elegancia, muchas veces por el irrespeto a las personas y otras pocas no veces, a la inteligencia. Estas acciones y opiniones en nada contribuyen a la búsqueda de soluciones de manera razonable; en tal sentido el propósito de estas disquisiciones radica en contribuir a la necesidad de asumir una teoría de la acción y de la opinión que procure entendimiento; en este caso vamos a partir de la “Teoría de la acción comunicativa”, de J. Habermas, para replantear nuestra praxis política por lo menos en los órganos formales.
El contexto político Dominicano revela que hay 27 partidos reconocidos y 3 movimientos locales; a su vez dentro de estos hay 4 que se le denomina “mayoritarios”, porque obtuvieron más del 5% de los votos emitidos en las últimas elecciones, y los otros 24 se le llama “minoritarios”, porque están por debajo del umbral de ese 5%. En este espectro político-electoral, la JCE actúa en principio como constructor de soluciones donde todos los actores tienen el mismo derecho al habla, es decir, que el papel de la JCE consiste en escuchar u oír las opiniones de los 27 partidos políticos y tres movimientos en cada tema y construir una solución donde todos se sientan conjugados en la misma.
¿Desde qué estructura podemos partir? A mi entender 1ro. si reconocemos que todos los participantes tienen un interés particular; 2do. Que esos intereses haya que mantenerlos dentro de las normas; 3ro. Que el órgano deba procurar que la búsqueda del entendimiento descanse en la fuerza de convicción, en la viabilidad de las ideas que pueden alegarse en su justificación, para conseguir la colaboración de ideas e intereses.
La JCE tiene departamentos que tienen que producir diálogos en busca de entendimiento; ejemplos de diálogos que han llegado al entendimiento podemos citar: El Padrón Electoral, la conformación de las Juntas Electorales y ciertos programas de cómputos.
El actor X no puede hacer una propuesta en busca de la consecución del éxito de un propósito. Los actos comunicativos del habla solo pueden enjuiciarse por su veracidad, razonabilidad y dirigida al entendimiento. Tales condiciones mínimas de racionalidad son simples derivadas del principio de no contradicción y se las pueden expresar en forma de un postulado de coherencia. La racionabilidad discursiva de Wellmer, del cual parte Habermas para su teoría de la acción comunicativa significa más bien: a) una concepción procedimental de la racionalidad, esto es, una forma específica de enfrentarse a las incoherencias, contradicciones y disensiones, y b) un estándar formal de racionalidad que opera en un meta nivel respecto a todos aquellos estándares sustantivos de racionalidad que sean “parásitos” de un estándar mínimo de racionalidad en el sentido de Lukes.
En la teoría de la acción comunicativa la acción de un actor debe estar dirigida por los medios más congruentes y aplicándolos de manera adecuada, el concepto de acción comunicativa – dice Habermas – se refiere a la interacción de al menos dos sujetos capaces de lenguaje y de acción que (ya sea con medios verbales o con medios extra verbales) entablan una relación interpersonal. Los actores buscan entenderse sobre una situación de acción para poder así coordinar de común acuerdo sus planes de acción y con ello sus acciones. En efecto, en el caso de los actores que intervienen en la JCE en busca de una solución negociada, no pueden negarse a negociar salidas susceptibles de consenso, pero mucho menos un actor con poco interés en el proceso electoral puede estar planteando opiniones y acciones estratégicas que actúan con vista a la obtención de un fin, y que realizan sus propósitos orientados a desacreditar al ٕórgano.
Hablo, en cambio, –dice Habermas- de acciones comunicativas cuando los planes de acción de los actores implicados no se coordinan a través de un cálculo egocéntrico de resultados, sino mediante actos de entendimiento. En la acción comunicativa los participantes no se orientan primariamente al propio éxito; antes persiguen sus fines individuales bajo la condición de que sus respectivos planes de acción puedan armonizarse entre sí sobre la base de una definición compartida de la situación. De ahí que, la negociación de definiciones de la situación sea un componente esencial de la tarea interpretativa que la acción comunicativa requiere.
Otro tipo de acción estratégica sobre las que van dirigidas a la consecución de su propio éxito, y solo se comportan cooperativamente en la medida en que ello encaja en su cálculo egocéntrico de utilidades. Estos viven contradiciéndose porque su estrategia solo resulta a menudo favorable para un tema del proceso, para los otros temas del proceso hay que desarrollar nuevas estrategias.
La acción y opinión de los actores tienen que dirigirse en base a los valores normativos fijados por todos los actores intervinientes que luego pueden ser afectados por dicha norma. Estas consideraciones tratan de hacer ver que el modelo asumido dota a los intervinientes de un complejo motivacional que posibilita un comportamiento de igualdad conforme a las normas. Según Habermas este modelo de las normas vigentes solo adquieren fuerza motivadora de la acción en la medida en que los valores materializados en ella representan patrones conforme a los cuales se interpretan las necesidades en el círculo de destinatarios de las normas, y que en los procesos de aprendizajes se hayan convertidos en patrones de percepción de las propias necesidades.
Los medios de comunicación deben de estar atentos a los actores o al actor que actúa mediante “acciones dramatúrgicas”; Goffman caracterizó estos actores, como una representación teatral, dramática. Él considera que los individuos en las situaciones de su actividad cotidiana, se presentan así mismos a los otros, y presentan su actividad a los otros, y las formas en que el individuo guía y controla la impresión que causa en los otros, y las clases de cosas que pueden hacer o no pueden hacer para mantener esa representación ante los otros…. En una escena se representan cosas que son ficciones; y, presumiblemente, en la vida se representan cosas que son reales, y a veces no muy bien ensayadas. Una forma de evaluarlos es su praxis, si piensa lo que dice, o simplemente se limita a fingir y dramatizar las vivencias que expresa. Estas acciones cuando actúan como actor tienen una actitud frente a su propia subjetividad y en el papel de público otra actitud frente a las manifestaciones de otro actúa; en esta situación no les importan las normas.
Esta nueva cultura, genera nuevas formas de protestas “sub institucionales”, a las que el Estado no les puede hacer frente a través de los medios de compensación, dinero y poder. En otras palabras: Los nuevos conflictos se desencadenan no entorno a problemas de distribución, sino en cuanto a las normas procesales que emite el órgano, que deben de ser democráticas, trasparentes y equitativas. En este punto es que descansa el meollo de las discusiones electorales, porque las nuevas políticas traen consigo igualdad de derechos e igualdad de participación; no habrá partidos grandes, ni partidos pequeños, sino todo lo contrario, tendríamos ideas grandes a favor de los procesos democráticos y las acciones orientadas al entendimiento del habla argumentativo. Debemos asumir el pensamiento socrático que se basa en la razón como fundamento de todas las virtudes.