Las declaraciones de Isidoro Santana y Antonio Isa Conde, Toni, dos destacados ministros del presente gobierno, donde expresan su oposición a una nueva la reelección del presidente Medina, han provocado reacciones en diversos sectores, poniendo sobre el tapete la nunca terminada polémica sobre la relación de intelectuales y técnicos independientes con el poder. Asumiento su libre ejercicio del derecho al trabajo, cosa que va de la mano del pleno ejercicio de la libertad la palabra, los referidos ministros han tomado partido en el tema de la reelección, provocando que altos dirigentes del PLD y funcionarios de gobierno le pidan que, con su silencio, renuncien a sus derechos y valores.
Las relaciones entre intelectuales y técnicos con el poder siempre han sido conflictivas, de parte del poder siempre ha existido una cierta desconfianza hacia estos sectores, pero también ha habido cierta desconfianza, y hasta de condena, de algunos círculos de intelectuales hacia aquellos colegas que de alguna manera entran a formar parte de determinados gobiernos. Ambas actitudes son completamente equivocadas, nacen de prejuicios, de ideas arbitrarias y dogmáticas sobre las funciones de los poseedores del conocimiento especializado, a los cuales se les exige mantenerse en plano de la crítica, de ser vigilante o clérigos para que se gobierne bien, pero sin formar parte del poder.
En una sociedad donde se practique el pluralismo político, independientemente de las limitaciones que puedan existir, todo el mundo tiene derecho al ejercicio y puesta en práctica, su interpretación del principio de la ética de la responsabilidad y tomar o no la decisión de participar en una determinada gestión de gobierno. Es lo que, desde sus particulares trayectorias, hicieron Isidoro y Tony al asumir los cargos políticos que ambos ostentan en el presente gobierno. El primero nunca ha abandonado su proverbial tozudez en la defensa de sus posiciones apegado a valores esenciales de la democracia, el segundo ha sido coherente en expresar nuevamente su desacuerdo con la reelección de un presidente por más de dos períodos, como lo hizo hace cinco años.
En ese sentido, que varios ministros y altos dirigentes del PLD conminen a Isidoro y Tony a que mantengan silencio, es exigirles que renuncien a sus convicciones, a sus derechos al trabajo y a la palabra, lo cual constituye una muestra más de esa nefasta tendencia de quienes ejercen el poder a no tolerar la diversidad de opiniones. Para algunos reeleccionistas, ellos son buenos y competentes mientras no ejerzan sus derechos, cuando lo expresan les exigen silencio y les planean algunos hasta que se vayan. Otra demostración de intolerancia, otra razón de la necesidad de que en este país se imponga una cultura política donde las diferencias y/o diversidad quepan en los partidos y más aún, en los gobiernos.
No es su problema que sus declaraciones sean expresiones de rechazo a un proyecto reeleccionista que hace agua por no encontrar huecos por donde colarse, que el proyecto continuista del danilismo se haya empantanado y tenga serias dificultades para superar los obstáculos políticos e institucionales que se agrandan con el tiempo, como tampoco que sus declaraciones coincidan con las diversidad de sectores que se oponen a que el sistema político dominicano siga discurriendo en medio de una constante modificación de las reglas de juego, o peor aun, de recurrentes reformas constitucionales para satisfacer las apetencias de un jefe y de su grupo de mantenerse en el poder.
Las declaraciones de Tony e Isidoro en cualquier circunstancia hubiesen sido cuestionadas y condenadas por diversos funcionarios gobierno, pero hechas en un momento en que la determinación de Leonel no cederle el paso a Danilo ha pasado de amenaza a realidad, haciendo inviable la compra del Congreso de parte de este último, constituye un signo de la magnitud del rechazo a la aventura reeleccionista, de lo cual son conscientes los principales miembros de la facción danilista y por eso su desconcierto, nerviosismo y pérdida de la compostura de algunos.
En tal sentido, las demostraciones de coherencia de parte de los referidos ministros deben ser celebradas, mandan un mensaje saludable a una sociedad donde la incoherencia y miseria personal y política han ganado un significativo espacio en casi todos los ámbitos de la vida política y social, donde el oportunismo y la miseria humana se pasean con desparpajada impudicia en todos los espacios.