Lo argumentos de Carlos Amarante y Reinaldo Pared, con que sustentan sus respectivas declinaciones a la candidatura presidencial por el PLD, recuerdan las sostenidas y soterradas intrigas y traiciones en que discurrían las luchas por el poder entre cortesanos para suceder al monarca en el oriente antiguo y actual, como antiguamente en Europa. Ambos dirigentes argumentan que Gonzalo Castillo goza del apoyo y recursos del Estado, con lo cual se violan las reglas de paridad establecida por la corriente danilista para escoger su candidato presidencial. Con su actitud y declaraciones Amarante y Pared dejan implícito ser víctimas de una traición que, en esencia apunta hacia Danilo. Un signo de que el postdanilismo ha iniciado más temprano de lo previsto.
Ellos dos, cómplices y justificadores de las tantas veces que Danilo faltó a sus palabras, ahora exigen a este que les cumpla la palabra empeñada, pero deben saber que el pragmatismo del que se ufana y practica su jefe/facción lo lleva a actuar en base a las situaciones que la contingencia le presenta. No asimilan, como tampoco otros, que Medina necesita sobrevivir y reconducir su proyecto político no solamente con recursos económicos del Estado que actualmente administra, sino también con recursos frescos y en ese sentido, su fino olfato lo llevan a identificarlos en Odebrecht, a través de gente suyas íntimamente relacionadas con esa empresa, fundamentalmente Gonzalo Castillo y su jefe de campaña: Bichara, el de Punta Catalina.
El otro elemento que no logran procesar los referidos declinantes y otros que aún no lo han hecho, aunque lo sepan, es que a Danilo le resulta en extremo difícil reconducir su proyecto, su vigencia política y eventual protección de la Justicia, con un PLD dividido e incapaz de ser poder. Por lo cual, la carta del pacto con Leonel la mantiene, no en las mangas sino ostensiblemente en las manos. Esto tienen que entenderlo no sólo los aspirantes a la presidencia por el PLD, sino también aquellos que siendo de la oposición apoyan una rehabilitación de Danilo, justificándola con la absurda pretensión de unificar las elecciones municipales con las presidenciales y un fementido sentido de “justicia”.
Debe entenderse que los arreglos, intrigas, traiciones, puñaladas traperas, decepciones y deserciones de muchos al interior del PLD, son partes significativas de la nueva etapa de la lucha entre sus facciones. En parte, frutos del acuerdo entre jefes/facciones y sus círculos que, incapacitados para dirimir sus contradicciones, congelaron el partido al impedir que sus órganos directivos se renovasen a través de la libre circulación de dirigentes en la conducción de esa instancias. Además, a que se arribase a esa situación contribuyeron los dos pre candidatos declinantes y en parte, todos los que aún no lo han hecho. Por ese motivo, sus quejas e implícitas denuncias de traición tienen limitada importancia en gran parte de la población.
Intrigas y traiciones constituyen la base de las grandes contradicciones entre los dos jefes/facciones del PLD, ambos lo han dicho de diversas maneras y en forma brutal lo repiten sus aúlicos. Por eso, cualquier pacto que ellos hagan estará signado por la mutua desconfianza y la desconfianza determina la fragilidad de cualquier arreglo entre partes. Es el principio en que discurre la actual crisis del referido partido y a ese propósito, vale la pena recordar que no sólo son Amarante y Pared los únicos a denunciar el uso abusivo de los recursos del Estado para favorecer al candidato claramente del entorno de Danilo, sino que varios dirigentes en su momentos aspirantes, también lo expresan abiertamente.
En tal sentido, la actual dinámica de la lucha interna del PLD se orienta en el sentido de la dispersión sin que en esa colectividad se vislumbren otras agregaciones diferentes a las dos facciones actualmente en lucha fratricida. No existen polos alternativos que pudiesen evitar los efectos disgregadores de la disputa Danilo/Leonel y, paradójicamente, es posible que un pase de Leonel sea la forma de posponer una división que de producirse ahora sería un salto a vacío. La actual la crisis del PLD, en la que las intrigas y las traiciones, reales o percibidas, crean un clima de insuperable desconfianza tiene una dinámica propia que lo conducen a la perdición. Y en ese entierro no debe tener velas la oposición.