El cierre del programa televisivo “El Jarabe” de Marino Zapete preocupa. Su salida obedece a la intolerancia de agentes del gobierno que presionan y pagan para evitar que estemos informados cuando de la cosa pública se trate.
Conociendo de su reciedumbre moral, excelencia profesional e indoblegable personalidad, estoy seguro que Marino ha cumplido con su labor de periodista y comunicador comprometido con la verdad. Pues, efectivamente, sirvió información pública que el mismo Ministerio Público que ejerció coacción para que Teleradio América cerrara su programa, está obligado a investigar.
Sacar del aire a Zapete, empujado por quien debe defender los intereses de la sociedad, en lugar de los personales, entraña un gravísimo atentado contra el derecho a la libertad de información, expresión y difusión del pensamiento consagrados en la Constitución y al derecho ciudadano de saber de lo público para poder ejercer el control sobre las gestiones de sus mandatarios.
Siendo informaciones sobre contratos del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones interesan al país. Marino lo que ha hecho es ser un instrumento de información para una población que, legítimamente, reclama transparencia, rendición de cuentas y manejo pulcro de los recursos públicos.
El único pecado de Zapete ha sido el de haber mencionado, con pruebas en mano, a una hermana del Procurador General de la República que aparece firmando unos contratos, por los cuales se han desembolsado una gran cantidad de dineros públicos, cuando, si hubiera actuado con responsabilidad personal e institucional, lo que debía haber hecho Jean Alain Rodríguez era ordenar una profunda investigación, abstenerse de formar parte de la investigación y sus resultados y no actuar para evitar que se supiera lo sucedido con dichos actos.
Pero más pudo el interés familiar que sus sagradas funciones. Se impusieron su prepotencia y arbitrariedad, exhibidas con sobrada protección, sin consecuencia alguna, llevándose de encuentro el derecho a la transparencia en democracia y el derecho fundamental de expresarse libremente, entre otros derechos. Pero, no pasa nada. Una raya más –de abusos- para el tigre. ¿Hasta cuándo? Solo una ciudadanía activa y firme podrá impedir que sigan imponiéndose la fuerza y la falda, por encima de la razón y la ley.