A Elisa Valenzuela, en Nueva York
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¿Quién es este coreano, nacido en Seúl en 1959, quien, luego de realizar su doctorado sobre Heidegger en la Universidad de Friburgo; literatura y teología en la Universidad de Múnich, profesor de filosofía y especialista en teoría de los medios, se ha instalado en Occidente, en Alemania precisamente, ¿para colocar en la picota la ideología que patrocinan el neoliberalismo y la globalización a través de las llamadas redes?
Luego de un breve paso por la Universidad de Basilea, a partir de 2010 se estableció en la Escuela Superior de Diseño de Karlsruhe, pero desde 2012 hasta hoy es profesor de Filosofía y Estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín.
De la decena de libros que le ha publicado hasta ahora la muy cristiana editora Herder, solo había leído de él La sociedad de la transparencia. Todas las obras de Byung-Chul son interesantes, pero las que más han llamado la atención de los estudiosos son Sobre el poder, Topología de la violencia, Psicopolítica, La sociedad del cansancio, La agonía del Eros y, sobre todo, este que voy a comentar: La expulsión de lo distinto (Barcelona: Herder, 2017), por la sencilla razón de que, a pesar de su teoría del signo infusa, el autor plantea, y realiza un esfuerzo ingente, para fundar una historicidad de estas redes sociales al situar los efectos políticos e ideológicos de la práctica y los discursos de Internet, Twitter, Facebook, Instagram y los demás medios que integran este formidable negocio multimillonario transnacional.
Byung-Chul escribe, por supuesto en alemán, pero la traducción de Alberto Ciria al español deja que desear, y no es su culpa, sino la de los formadores que le formaron en la práctica de la traducción como vaciado o fidelidad al original. El dominio cabal del idioma de llegada, en este caso el español, es requisito sine qua non del traductor eficaz. Pero mi objetivo no es Ciria, sino La expulsión de lo distinto.
¿Cómo expulsan Internet, Twitter, Facebook, Instagram y las demás redes, e incluso el sistema de redes de televisión como CNN, Fox, CBS, BBC, TV-5 Monde, RTV española, RAI de Italia o Deutsche Welle Radio-TV de Alemania, lo distinto, o sea, ¿a los sujetos? Muy simple: uniformizándoles, volviéndoles iguales a todo el mundo y obligándoles a consumir la ideología del neoliberalismo y la globalización que se cuela, consciente e inconscientemente, a través de estas redes y, además, a través de los grandes periódicos que responden al mantenimiento del sistema imperial a escala planetaria: NY Times, Washington Post, Times de Londres, Le Monde de París, ABC y El País, de España, etc.
¿Y cuál es esa ideología del neoliberalismo y la globalización que estamos obligados a consumir y que muy pocos son capaces de situar los efectos políticos de semejantes discursos? En primer lugar, la ideología del materialismo que arropa a Occidente y gran parte de Asia, África, Oceanía y América y que se define por el tanto tienes, tanto vales, y a este materialismo le es dialécticamente inseparable y solidaria la cultura frívola o light cuyos cuatros componentes son, según Enrique Rojas (Una vida sin valores. El hombre light. Madrid: Booket, 3ª ed. 2005, pp. 14-15) el consumismo, el hedonismo, la permisividad y la relatividad.
¿Cómo se definen estos cuatro componentes del materialismo? Rojas dice que el consumismo “representa la fórmula posmoderna de la libertad”, por donde se colige que esta noción de libertad en el neoliberalismo y la globalización no tiene nada que ver con ese valor nacido con la Revolución francesa de 1789, razón por la cual todos los términos del diccionario del neoliberalismo son una falsificación y una distorsión de la historicidad de la política moderna surgida a partir de aquella revolución. El hedonismo consiste en “pasarlo bien a costa de lo que sea” y Rojas lo define como “el nuevo código de comportamiento, lo que apunta a la muerte de los ideales, el vacío de sentido y la búsqueda de una serie de sensaciones cada vez más nuevas y excitantes”.
En cambio, el siquiatra español anota que la permisividad, como antivalor, ha llevado a los sujetos a escala planetaria a arrasar con “los mejores propósitos e ideales”, mientras que tal permisividad se convierte en una revolución sin finalidad y sin programa, donde “la ética permisiva sustituye a la moral, lo cual engendra un desconcierto generalizado”. Es el “to e to y na e na” de la juventud que se vuelca los fines de semanas en el mundo del alcohol y las drogas. La perversión del concepto político de revolución como cambio radical de la sociedad se convierte en una noción trivial relacionada con un cambio de una práctica light por otra, como la moda en todas sus vertientes.
Y, por último, el relativismo, que el sujeto light o frívolo convierte en un escudo defensivo que combate y anula los puntos de vista contrarios al suyo, con cuya conducta se cae en la absolutización de lo relativo, según Rojas, y de aquí “brotan unas reglas presididas por la subjetividad”, o sea, que cada sujeto light establece él mismo lo que es verdad y mentira en una sociedad.
El materialismo y sus cuatro componentes que acabo de glosar han tallado el perfil completo del sujeto frívolo o light, hombre o mujer, y la sociedad neoliberal nos ha entregado, a escala planetaria, el “nuevo” sujeto light, caracterizado, dice Rojas, por un “pensamiento débil, convicciones sin firmeza, asepsia en sus compromisos, indiferencia sui generis hecha de curiosidad y relativismo a la vez…; su ideología es el pragmatismo, y su norma de conducta, la vigencia social, lo que se lleva, lo que está de moda; su ética se fundamenta en la estadística, sustituta de la conciencia; su moral, repleta de neutralidad, falta de compromiso y subjetividad, queda relegada a la intimidad, sin atreverse a salir en público.” (Pp. 15-16).
Lo perverso y esperpéntico de la red de redes (Internet) y de las redes sociales sufragáneas (Twitter, Facebook, Instagram, etc.) reside en que las ideologías que vomitan a diario no han sido construidas por los usuarios, sino que les han sido impuestas y están obligados a consumirlas, velis nolis, sin posibilidad de cambiarles un ápice. Los usuarios están obligados a repetirlas y esto explica la forma violenta en que esas redes se las han impuesto.
Existe una inmensa mayoría de usuarios que no tienen conciencia de esta violencia, porque están ya domesticados por las ideologías del neoliberalismo para aceptarlas y repetir gustosos su jerga lingüística y política. Son los peones del nuevo juego de las potencias imperiales.
En primer lugar, ¿en qué consisten, y cómo funcionan, esas ideologías del neoliberalismo y sus redes sociales? Byung-Chul lo explica así: «El neoliberalismo engendra una injusticia masiva de orden global. La explotación y la exclusión son constitutivas de él. Construye un ‘apóptico’, una construcción basada en una ‘óptica excluyente’ que identifica como indeseadas y excluye por tales [razones. DC] a las personas enemigas del sistema o no aptas para él. El panóptico sirve para el disciplinamiento, mientras que el apóptico se encarga de la seguridad. Incluso dentro de la zona de bienestar occidental, el neoliberalismo recrudece la desigualdad social. En último término, elimina la economía de mercado social.» (P- 27). (Continuará).