Las instituciones democráticas tienen como punto nodal garantizar la expresión vivida de la existencia vital del ser humano. La libertad, en su inflexión del encuentro de la naturaleza y los límites de la afectación de lo colectivo. El elemento crucial de la libertad se bosquejaría como cuadro medular, empero la construcción permanente de la vida tenía que trascender.

La libertad sin la asunción de las condiciones materiales de existencia, en cada estadio de desarrollo, no encontraría eco. Así que, en una realización dialéctica, una no puede mantenerse frente a la ausencia de la otra. La libertad es redención, es liberación de la naturaleza misma de nuestra génesis. Es la prolongación, en el plano social de nuestro ancestro refinado, con la cohabitación del control social.

Las instituciones democráticas constituyen el soporte, el andamiaje, los puentes que viabilizan y cristalizan el conjunto de las individualidades desde una perspectiva social, colectiva; acercando, creando y recreando las necesidades del humano en el concierto de los territorios. Son esas instituciones que hacen nuestra vida individual/social más llevadera; que coadyuvan en el terreno de la practicidad que los años de vida se hagan más fluidos, más prolongados, más eficientes, más eficaces, con más calidad de vida. La calidad de vida desborda el nivel de vida, que como señalan Joseph E. Stiglitz y Amartya Sen. “Es un concepto más amplio que la producción y el nivel de vida, pues incluye todos aquellos factores que influyen en lo que valoramos de la vida, más allá del aspecto material”. De ahí que hoy, las instituciones democráticas se hagan descansar en la gobernabilidad y la gobernanza.

Las instituciones democráticas sin esas dos categorías se vuelven cascarones huecos, vacíos, que retumban en la retórica, sin servir a los niveles de vida de una sociedad, de un conglomerado determinado. Cuando las instituciones democráticas no reflejan, no repercuten en los distintos peldaños de los escalones de necesidades de una sociedad van perdiendo legitimidad, razón de ser. Es el momento de repensar, de inventar o de reinventar.

De toda manera, es una nueva llamada frente a un diagnóstico que nos dice que nuestro sistema, sus instituciones ameritan urgentemente de reforma y de una nueva voluntad política, donde ésta, como ciencia y como arte, privilegie su sentido primigenio: la de servir al conjunto de la sociedad.

La democracia, con sus instituciones, que están en permanente construcción, y que son las que validan el alcance cierto de la misma, han sido diagnosticadas, radiografiadas, con distintos aparatos, instrumentos, para decirlo en un lenguaje médico. Los resultados, con distintos técnicos coinciden en un 99 %.

En menos de dos meses, el cuerpo social dominicano ha sido estudiado por diferentes expertos: Foro Económico Global a través del Índice de Competitividad Global; Transparencia Internacional, con su Barómetro de la Corrupción; Gallup/Hoy; Park Penn; Latinobarómetro y Barómetro de Las Américas. Cada una de esas instituciones han visibilizado sus hallazgos y han develado todo el cuerpo; con todos los tejidos, con todos los órganos. No ha habido resquicio sin auscultar, sin desnudar y los resultados son desvaído, desvalido y enteramente cuasi desvencijado. Si fuera un cuerpo humano, de seguro no pudiese caminar con sus propios pies. Como andan las instituciones democráticas, así andan los niveles de vida de una sociedad, como el sentido de nuestras vidas y los estilos que ellas encierran; en otras palabras, así se expresa y anida la democracia. Por ello, el gran descenso en la percepción hacia la democracia en la República Dominicana.

Veamos algunas de las instituciones, como han sido valoradas:

a) Partidos Políticos:

Por el Índice Competitividad Global: 136/137.

Por Barómetro de Las Américas: 20.

Por Latinobarómetro: 15.

b) Policía Nacional:

Barómetro de Las Américas: 35.6.

Latinobarómetro: 24 y el promedio en Latinoamérica es 35.

c) Confianza en el Poder Judicial:

Índice de Competitividad Global: 130/137.

Barómetro de Las Américas: 47.5.

Latinobarómetro: 22.

d) Confianza en el Tribunal Electoral:

Latinobarómetro: 23, el promedio en Latinoamérica es 29.

e) Confianza en el Congreso:

Latinobarómetro: 23

Gallup/ Hoy, 23.

Mark – Penn: 21.

f) Confianza en las Fuerzas Armadas:

Latino barómetro: 42. Promedio en Latinoamérica 46.

g) Confianza Interpersonal:

Rep. Dominicana, 11, según Latinobarómetro. El promedio en Latinoamérica es 14.

La democracia se hace más famélica, cada día más diabética que hace temer la construcción churchilliana acerca de ella. Cobra más tensión dado que una buena parte de la sociedad civil, insertada en los medios de comunicación y las iglesias, que son muy bien percibidas, en los distintos estudios, no juegan un rol más protagónico. Los empresarios, como parte de los actores estratégicos en una sociedad de mercado, asumen posiciones, en gran medida, corporativistas, que no trascienden el marco de sus intereses inmediatos. Una miopía frente a una carencia del funcionamiento de las instituciones democráticas, que más tarde o más temprano gravitarán sobre sus intereses estructurales, vitales.

La desfiguración de las instituciones es lo que trae consigo todo aquello de las percepciones de inseguridad con respecto al aumento de la delincuencia; del aumento de la tasa de victimización de la delincuencia y de la corrupción y de que un 42.1% de los dominicanos tienen intenciones de vivir o trabajar en otro país. Ocupando, según Barómetro de Las Américas, el cuarto lugar de 29 países. A mediano y largo plazo el panorama social y económico es deprimente, en detrimento de la sociedad, pues los que desean migrar son jóvenes, profesionales y de ingresos económicos plausibles. Conlleva una sangría del Capital humano calificado que trastocara al mercado laboral más competitivo.

Necesitamos de una nueva clase meritocrática en esta sociedad del conocimiento, donde el poder no puede ser un poder en sí mismo. Un poder que por fuerza de gravedad debe de rendir cuentas. Una transición oxigenada que se desprenda del fósil anquilosado de este presente que es pasado y no nos permite vislumbrar el futuro.