En verdad, Héctor Valdez Albizu (hombre duro como el acero, moldeable como el plomo, insumergible como el corcho y tan buen diplomático que ha convencido al FMI de que él es indispensable para entender y entenderse con este paisito), desde el 31 de agosto de 1994 a esta parte, salvo los cuatro de Hipólito (¡de la que se salvó!), se ha hecho un buen espacio en la historia de la tecnocracia estatal, gobernando con estabilidad el Banco Central, con todas sus realidades y sofismas. Pero algo que no ha podido controlar le empieza a causar insomnio: un monstruoso endeudamiento externo que es una pasta de jabón en su sancocho monetario.