Ayer estuve en el Campamento Verde, un pequeño espacio, síntesis de toda esta república, que acoge a hombres y mujeres excepcionales en medio de la no conciencia. Que acoge, jóvenes y viejos, a quienes sostienen las más firmes esperanzas invencibles. Que acoge, blancos, negros y mulatos, a quienes no renuncian al sueño de un país justo y transparente. Que acoge, sin importar clases y creencias, a quienes representan la aplastante mayoría de los engañados. Que acoge, en fin, una gran dignidad que reta, a pocos metros de su sede, el enanismo moral de la “Justicia”. (Allí estuve, y me sentí feliz).