Nueva York.-Cuando una mariposa agita sus élitros de colores en la India, afecta la dirección y velocidad del viento del huracán caribeño. Porque todo, y todos, estamos conectados de múltiples maneras, aunque el evangelio de la individualidad lo quiera negar.  En diciembre, un murciélago picó a un niño en Guinea, Africa Occidental, afectando a los niños de Dallas, Texas.

En esa picadura el virus del Ébola saltó del murciélago al humano, desatando el presente, creciente y escalofriante brote, que trasciende Guinea, Liberia y Sierra Leona.

Entonces un liberiano infectado, Thomas Eric Duncan, abordó un avión y llegó a Dallas Texas. Pernoctó con parientes, incluyendo cinco niños, y los 160 mil estudiantes del sistema de educación pública no fueron a clases, temen ser infectados.

Vendrán otros como Duncan.

Los virus del Ebola y el SIDA tienen escalofriantes paralelismos. El del SIDA saltó de un orangután a nosotros, el del Ébola de un murciélago. Hoy repetimos los errores cometidos con el SIDA.

Ayer creíamos que el SIDA era un problema de africanos y homosexuales, cuando despertamos, descubrimos que blancos, negros, heterosexuales y homosexuales estábamos compartíamos la misma cama. Y mató más de 30 millones desde el 1981; mata 1.6 millón anualmente.

El SIDA se transmite por contactos íntimos, el ébola puede transmtirse con apretones de manos, abrazos, besos y por contactos casuales. Este brote empezó en diciembre, para enero anticipan 1.4 millón de infectados. Como mata al 50% de sus víctimas, unos 750 mil morirán en el 2015, en el 2016 superarían un millón, esto está fuera de control, con proyecciones epidémicas.

Ayer, el ferrocarril diseminó el virus del SIDA por Africa, hoy el avión puede globalizar el del Ébola. Ya nada pasa “allá”, todo pasa “aquí”, nada le pasa a “ellos”, todo lo que pasa nos pasa todos nosotros.