Para bombardear un hospital y matar a más de quinientas personas hay que abandonar la condición humana; es decir, renunciar a toda sensibilidad, conciencia, vergüenza, espiritualidad, compasión y decencia, y a toda noción de civilización y pertenencia a la comunidad humana. Para hacer eso hay que convertirse en maquinal fiera sanguinaria, renunciar a toda memoria y elevar a Hitler (¡precisamente a Hitler!) como paradigma. Ni más ni menos eso han hecho, paradójicamente, los que masacran al pueblo palestino en la Franja de Gaza, con la asquerosa indiferencia cómplice del mundo.